Los dos estaban acostumbrados a mandar y ambos tenían concepciones distintas sobre la política a implementar desde el poder. Domingo Faustino Sarmiento, tenía 57 años cuando asumió la presidencia en 1868, ya estaba más que fogueado en el arte de provocar y polemizar con todos los que se habían cruzado en su camino.
Su vice era el carismático Adolfo Alsina, 39 años, muy popular entre las clases bajas y en la gente joven. Fundador del Partido Autonomista en 1862, había sido gobernador de la provincia de Buenos Aires, tal como lo habían sido su padre y su abuelo.
Enseguida friccionó con el sanjuanino –“ese cabrón egocéntrico” como lo describió Paul Groussac- quien no le dejó pasar ni una. “Usted no se meta en mi gobierno; limítese a tocar la campanilla en el Senado durante seis años, y lo invitaré de tiempo en tiempo a comer para que vea mi buena salud”, fue su tajante indicación, muy propia del carácter intratable de Sarmiento.
Ante un viaje al interior del país, era usual que el primer mandatario delegase el mando en su vicepresidente, porque las largas semanas de ausencia en los tiempos de las galeras y las postas imponía que el vice asumiese el gobierno. Pero aun así, Sarmiento nunca le cedió el mando.
Alsina quiso ser candidato a presidente, pero debió darle paso a Nicolás Avellaneda, de quien sería su ministro de Guerra. Cuando se preparaba nuevamente para enfrentar una contienda electoral, lo sorprendió la muerte.
Carlos Pellegrini
Hubo otros que debieron asumir la primera magistratura, como el caso del gringo Carlos Pellegrini, por la renuncia del cordobés Miguel Juárez Celman. No se llevaba bien con el presidente, y le remarcaba sus desacuerdos.
Es que al primer mandatario la situación económica financiera se le había ido de las manos. La revolución del Parque de 1890 selló su suerte, además su concuñado Julio A. Roca hacía tiempo que le había soltado la mano, y debió renunciar. El vice Pellegrini terminó el mandato con una administración prolija y encauzada al crecimiento.
Enrique Martínez
Cuando el golpe del 6 de septiembre de 1930 era casi una realidad, el médico cordobés Enrique Martínez, vicepresidente de Yrigoyen, si bien no lo admitía, se habría sentido presidente cuando se exigía la renuncia del anciano primer mandatario. Él mismo trató de convencerlo de delegar el mando, lo que ocurrió el 5 de septiembre por la tarde.
Martínez, en ejercicio de la presidencia, decretó el estado de sitio y hasta planeó en renovar el gabinete. El sueño presidencial fue efímero: a las 5 de la tarde del 6 de septiembre, el general Uriburu exigió la renuncia al binomio presidencial. Hay una fotografía de ese momento donde el militar golpista, de frente a la cámara, intima a un Martínez que entonces tomó conciencia que nada podía hacer.
Alberto Teisaire
Años después, con el contralmirante Alberto Teisaire, Juan Domingo Perón se llevaría una sorpresa, y no sería grata. Cuando fue su derrocamiento el 16 de septiembre de 1955, el gobierno de facto dio a conocer una filmación de doce minutos de Teisaire, vicepresidente elegido en 1954 y que había ocupado cargos de importancia desde 1945: ministro del Interior y de Marina del gobierno de facto previo al peronismo y Senador Nacional y presidente provisional del Senado, en el primer y segundo mandato de Perón en la Casa Rosada.
En esa filmación, que el gobierno de facto ordenó pasarla en todos los cines, Teisaire acusaba al ex presidente por ser desleal y cobarde. Dijo que el que se oponía al presidente era tildado de traidor o vende patria y que discrepar con él resultaba peligroso. Nunca le perdonó el hecho de haber abandonado el país y dejar a sus colaboradores a la buena de Dios. Eso no lo salvó de ser encerrado en la isla Martín García, privado de su grado y del uso del uniforme. Teisaire fue liberado en 1958 y murió en 1963, en el anonimato.
Alejandro Gómez
Habían pasado solo seis meses del gobierno de Arturo Frondizi, que había asumido el 1 de mayo de 1958. En ese tiempo su vice Alejandro Gómez se le plantó varias veces: le exigió cumplir con su programa electoral, le sugirió recomponer relaciones con la Unión Cívica Radical del Pueblo, cuya cabeza principal era Ricardo Balbín. Pero Frondizi no quiso saber nada.
Gómez era un abogado santafesino de 50 años que ostentaba una larga militancia en el radicalismo. Cuando el partido se partió, optó por la intransigencia que encabezaba Frondizi.
Tampoco se pusieron de acuerdo con la cuestión petrolera, a la que Frondizi había convertido en su caballito de batalla, especialmente con su libro Petróleo y Política. El presidente dejaba abierta la puerta a la participación de empresas extranjeras, mientras Gómez era partidario de mantener la nacionalización.
Cuando en noviembre de 1958 Gómez alertó por el ambiente de intranquilidad que reinaba en las Fuerzas Armadas, todo se le vino en contra. El propio presidente lo acusó de conspirar para derrocar al gobierno, en el Congreso amenazaron con iniciarle juicio político y hasta en su propio partido todos se le opusieron. Luego de una feroz e injusta campaña, debió renunciar.
Vicente Solano Lima
Hubo otros casos curiosos como el de Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima, presidente y vice que asumieron el 25 de mayo de 1973. Cuando Perón hizo notar su malestar por la orientación izquierdista del gobierno de su delegado y su descontento por las medidas que tomaba, en una descarnada interna peronista a cielo abierto, y en un clima signado por la violencia, los atentados y los secuestros, fue el propio conservador Solano Lima el primero en renunciar, forzando en cierta medida la dimisión de un jaqueado Cámpora el 13 de julio, para así allanar la candidatura de Juan Domingo Perón.
Carlos Chacho Álvarez
La Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación llevó como fórmula presidencial a Fernando de la Rúa-Carlos Chacho Álvarez, que triunfaron en las elecciones de octubre de 1999. Casi un año después el vicepresidente renunció luego de denunciar el caso de coimas en el Senado y posibles casos de corrupción en el gobierno. Siempre insistió en que la caída del gobierno de la Alianza, en diciembre de 2001, no tuvo que ver con su decisión.
Cristina Fernández de Kirchner
En otro capítulo de la historia, una carta dada a conocer en septiembre de 2021 por la vicepresidente Cristina Fernández, ponía de manifiesto sus discrepancias con la gestión de Alberto Fernández. “Solo le pido a Alberto que honre su decisión”, escribió. Recordó que habían mantenido 19 reuniones de trabajo en la Quinta de Olivos, que siempre había alertado sobre “una delicada situación social”, y que llevaba, a su entender, una equivocada política de ajuste fiscal, entre otras tantas críticas.
El cordobés José Figueroa Alcorta ostenta un récord: el de haber ejercido los tres poderes del Estado. Fue vicepresidente en 1904 y, como tal, presidente del Senado; también fue presidente al morir Manuel Quintana en 1906 y fue primer mandatario hasta 1910. En 1915 se desempeñó como juez de la Corte Suprema de Justicia, y entre 1929 y 1931 fue su presidente.
Muertes y renuncias
En nuestro país, entre 1853 y 2001 renunciaron cinco presidentes, asumiendo su vicepresidente. En dos casos fue por fallecimiento en el ejercicio del cargo. En el segundo mandato del radical Hipólito Yrigoyen, su vice Francisco Beiró, murió a los 51 años, antes de asumir. Otros vices que fallecieron en el ejercicio de sus funciones fueron Marcos Paz, víctima de la epidemia del cólera el 2 de enero de 1868; Pelagio Luna, quien como presidente del Senado creó la Biblioteca del Congreso Nacional, murió en 1919 y Hortensio Quijano, un radical correntino que había apoyado a Perón en 1945, murió en 1952 en el inicio del segundo mandato presidencial. Por lo general el cargo quedó vacante, salvo en el caso en que Perón en 1954 llamó a elecciones para vice, resultando electo Teisaire, uno de los tantos vices que habían dado más que hablar.