Fernando Pereyra y Joaquín Álvarez son dos amigos bahienses que tenían una banda de rock y solían tocar en boliches. Hacían covers de La Beriso. Fiorella Damiani era una joven que con frecuencia iba a oírlos tocar. En un momento del año 2017, inició algo cercano a un noviazgo con Álvarez. Entonces, una noche, ellos la invitaron a un departamento con la intención explícita de hacer un trío y filmarlo. Ambas cosas consentidas, sostienen. Y, como veremos, las pruebas los respaldan.
A la madrugada de aquel 19 de julio de 2017, ella se fue del departamento y se presentó en la comisaría para denunciar a los dos amigos por violación. Habían abusado de ella, luego de alcoholizarla y drogarla, dijo.
“A las 10 de la mañana teníamos a la policía en el lugar”, recuerda hoy Fernando Pereyra, en charla telefónica con Infobae. “Ella hasta mencionó la ketamina en su declaración para decir que estaba medianamente consciente pero no podía moverse. Según su relato, tanto mi compañero como yo, habíamos abusado de ella con acceso carnal y el agravante de haberla drogado y alcoholizado”.
“Durante el acto sexual, el que filmó fue mi compañero, que en ese momento tenía una incipiente relación con ella, nada muy formal. Él usó mi teléfono”, cuenta Pereyra.
Por eso ella, al irse, y evidentemente ya con la intención de denunciarlos, hurtó el celular y lo hizo desaparecer, creyendo que así desaparecían también las pruebas.
De lo que no se dio cuenta en aquel momento, fue de que, afortunadamente para los denunciados, Álvarez pasó los videos a su whatsap antes de devolverle el teléfono a Pereyra y luego además los guardó en la nube.
“Nosotros no difundíamos los videos -aclara éste- grabábamos para nosotros y con consentimiento de los participantes”.
“Ese detalle es muy relevante y es lo que nos absuelve -dice hoy Pereyra-: el encuentro sexual fue grabado en 5 videos de entre un minuto treinta y un minuto cuarenta cada uno. En total, son unos 8 minutos. Entonces, una semana después de aquel día de 2017 en que nos notifican la denuncia, nosotros presentamos el celular con los 5 videos. Allí se veía claramente que había una participación activa de ella y que estaba totalmente lúcida”.
Por otra parte, subraya que los videos están grabados “en crudo”. La defensa de Fiorella Damiani alega ahora que están alterados con Inteligencia Artificial, pero fueron grabados en 2017.
“Lo que no supimos hasta varios años después es que los videos no fueron incorporados a la causa. Y es por eso que estamos demandando al Estado por mala praxis. Pero en ese entonces, ingenuamente, pensamos que la causa moría allí”, dice Pereyra. Y sigue: “Nos quedamos tranquilos y, en nuestra ignorancia, ni siquiera nombramos abogados”. “Ahora estoy en tercer año de abogacía -agrega, riendo- Todo esto me despertó un gran amor por el derecho”.
No solo estaban los videos. En el allanamiento del departamento donde ocurrió el hecho, había algo de alcohol, pero nada de drogas.
Por si no bastaba con eso, las pericias médicas a la denunciante descartaron lesiones compatibles con una violación, y los análisis de sangre mostraron que no había nada en su organismo que alterara la conciencia y hubiera podido relativizar el consentimiento. Nada probaba que hubiera sido brutalmente violada como relataba ella.
La pandemia marcó un impasse en todo el país. Pero luego, de repente, Pereyra y Álvarez fueron detenidos por pedido de la fiscal Marina Lara. El arresto tuvo lugar el 5 de noviembre de 2021. No fue amable. La policía estaba deteniendo a abusadores.
“Me llama la policía con la excusa de notificarme algo y yo les digo sí, claro, estoy en tal dirección. Allí me arrestan. Recién entonces caímos en la cuenta de que la causa no había sido archivada sino que siguió su curso”, recuerda.
“Aparece un defensor oficial, que lo primero que nos dice es que con la carátula que teníamos eran de 8 a 25 años de condena y que iba a tratar de que fuese lo menos posible. Pare, pare, que nosotros aportamos videos… ¿Qué videos?”
Ahí cayeron en la cuenta de que los videos no habían sido sumados al expediente, una irregularidad inaceptable pero por desgracia muy frecuente en los tribunales.
“Afortunadamente los habíamos guardado en la nube. Pasamos todo el fin de semana adentro. El lunes, el defensor leyó el expediente. El martes nos facilitó un celular y así descargamos los videos. El miércoles nos presentamos ante la fiscal, Marina Lara, que cuando vio la filmación se dio cuenta de que la denunciante le mintió en la cara no una sino varias veces y, como las pruebas eran irrefutables y contradecían totalmente la versión de Fiorella Damiani, al día siguiente la cita y la confronta. ¿Qué podés decir de esto? Ella responde con evasivas. El jueves nos liberaron”, es el escueto relato de Pereyra sobre esos días de detención.
Cuando se le piden detalles, agrega que estuvieron los primeros dos días “en un buzón”, esos calabozos diminutos sin luz natural y que allí aseguró que se ahorcaría si lo llevaban a la cárcel. Los otros cuatro días estuvieron en la DDI de Bahía Blanca, en una celda con presos comunes que estaban muy al tanto de quiénes eran ellos y de cuál era su carátula. “No la pasamos bien. Tuve que pelearme con uno que de entrada se quiso quedar con mi remera. ‘¿Quién es el enfermero?’, preguntaron cuando llegamos, porque yo trabajo en el Hospital Interzonal Penna. Signo de que estaban bien informados. Nos quitaban la comida, nos hablaban de mala manera”, dice.
Escaldado por la experiencia, en esos días contrató un abogado, el mismo que lo representa hasta ahora, Ignacio Vitalini, que le pide a la fiscal Lara que inicie de oficio una investigación por falsa denuncia. Ella se negó a hacerlo. Vitalini tuvo que volverlo a pedir bajo apercibimiento a la fiscalía.
La fiscal Lara no había visto los videos, pero eso no justifica el arresto que ordenó, sostiene Fernando Pereyra. En efecto, la funcionaria basó su pedido de detención únicamente en la declaración de la denunciante.
“Se invierte la carga de la prueba y se viola la presunción de inocencia -afirma Pereyra-. Todo por la perspectiva de género”.
La investigación de la falsa denuncia de Damiani se inició mucho más tarde, cuando la doctora Lara se fue del Departamento de Abuso Sexual y pasó a Narcotráfico. “La verdad es que había hecho un trabajo paupérrimo -asegura Fernando Pereyra-. Esto cambió cuando, entre septiembre y octubre de 2024, el doctor Guillermo Mércuri modificó la carátula de falsa denuncia por falso testimonio agravado”.
Delito para el que el Código Penal prevé una pena de 1 hasta 10 años, cuando se produce en el marco de un juicio penal.
“Tres veces habíamos pedido la detención de Damiani. Pero el Juzgado de Garantías lo rechazaba con el argumento de que no había riesgo de fuga ni de entorpecimiento de la investigación, pese a las pruebas contundentes del delito. Nosotros también contábamos con esos supuestos y, al revés que Damiani, no había pruebas en nuestra contra, y sin embargo no se respetaron esas mismas garantías en nuestro caso”, denuncia Pereyra.
Fue el juez de Garantías subrogante Hugo De Rosa quien en abril tuvo “la valentía de ponerle el cascabel el gato” -elogia- y ordenar la detención de Fiorella Damiani.
El arresto tuvo lugar en abril pasado y la mujer estuvo sólo 5 días en detención porque el delito es excarcelable.
Ahora, la causa ya ha sido elevada a juicio y se está a la espera de que la justicia fije la fecha del juicio oral.
Con el tiempo, Fiorella Damiani se había convertido en consejera escolar -cargo electivo- por La Libertad Avanza. Luego de su detención fue suspendida por 90 días.
Esta causa, y sobre todo el arresto y procesamiento de una falsa denunciante, no tuvo la repercusión que merecía a nivel nacional; sí en Bahía Blanca, donde medios locales, como La Brújula, se hicieron eco del caso y en varias ocasiones le dieron la palabra a las víctimas: es decir, los denunciados.
“No sabemos por qué lo hizo -responde Pereyra ante la consulta de Infobae-. A lo mejor no era consciente del lío en que se estaba metiendo. A lo mejor tuvo miedo de que difundiéramos los videos. Es ella la que deberá responder. De momento, sigue mintiendo, manteniendo una versión que no se sostiene con ninguna prueba”.
Pereyra no perdió su trabajo porque el Penna es un hospital público y la estabilidad laboral suele ser mayor en ese ámbito. Pero socialmente pagó un alto precio. Mucha gente le dio vuelta la cara. “Era durísimo explicar, aun con las pruebas que teníamos. Imagínense que en mi trabajo preguntaban ¿dónde está Pereyra? Está detenido por abuso…. Tuve que dar muchas explicaciones”.
“Para mi amigo fue lo mismo -agrega-. Peor incluso, porque él vivía en Punta Alta, pueblo chico. Un día tiraron dos tiros en la puerta de su casa. Tuvo que venir a perderse en Bahía Blanca”.
“Ahora, todo cambió. Pasamos a ser las víctimas”, afirma.
Pero por todo lo sufrido están demandando a la autora de la falsa denuncia. Y también al Estado por mala praxis, en particular por el ocultamiento, deliberado o no, de pruebas que los favorecían.
Más allá de este caso, es hora de que la Justicia actúe con más seriedad. No es verdad, como lo afirmó la jueza de familia de La Plata María Rocca que “contra la falsa denuncia no se puede hacer nada”.
Se puede y lo que está pasando en Bahía Blanca así lo demuestra. Incluso antes de que se modifique lo referido a la falsa denuncia que el Código Penal prácticamente no castiga -hay proyectos en ese sentido en el Congreso-. Está la alternativa del falso testimonio que reprime con “prisión de un mes a cuatro años, el testigo, perito o intérprete que afirmare una falsedad o negare o callare la verdad, en todo o en parte, en su deposición, informe, traducción o interpretación, hecha ante la autoridad competente”. Este delito tiene un agravante, que es cuando el falso testimonio es dado “en una causa criminal, en perjuicio del inculpado”. En ese caso “la pena será de uno a diez años de reclusión o prisión”.
El feminismo de tercera ola y en particular el MeToo contribuyeron a instalar la idea de que un encuentro sexual que no gustó o incomodó por algún motivo, o del que la persona se arrepintió puede ser asimilarse a una violación. Es una amalgama que se presta a todos los excesos, arbitrariedades e injusticias. Se equiparó cualquier desacuerdo o molestia en el transcurso de la relación con un abuso sexual. Hoy se están viendo las consecuencias del dogma inaceptable “yo te creo hermana” y del “empoderamiento” malsano que generó.