Un espía caído del cielo y dos perras astronautas: el día que la Unión Soviética se anotó dos victorias en la Guerra Fría

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Gary Powers fue derribado cuando sobrevolaba a Unión Soviética en un avión espía (The Grosby Group)

Para mediados de 1960, la Guerra Fría que enfrentaba a la Unión Soviética y los Estados Unidos aceleraba su paso hacia uno de sus puntos de máxima tensión, que ocurriría dos años más tarde con la crisis de los misiles nucleares en Cuba. En ese camino de alto voltaje, cuando la marca en el almanaque llegó al 17 de agosto, Moscú tuvo un verdadero día de gloria al anotarse dos victorias en el mismo día. Aunque se concretaron en ámbitos diferentes, las dos tuvieron un fuerte impacto propagandístico a nivel mundial. La primera fue la condena a un espía estadounidense que literalmente había caído del cielo en territorio soviético. La segunda, la puesta en órbita de la cápsula espacial Sputnik V, un verdadero hito en la carrera espacial que disputaban las dos potencias porque fue la primera en devolver con vida a la Tierra a los animales que habían sido enviados en ella.

La historia del espía capturado se podía considerar un éxito militar que, además, podía ser – y de hecho era – aprovechado en el campo diplomático. La de la nave espacial tripulada mostraba que los soviéticos se adelantaban a los estadounidenses en la conquista del cosmos.

Impulsada por un cohete lanzadera Vostok, la cápsula Sputnik V despegó del cosmódromo de Bakinour a la mañana. A bordo llevaba a Belka y Strelka, dos “perras astronautas”, dos ratas, cuarenta ratones y varias plantas para estudiar sus reacciones fisiológicas y sus comportamientos en un ambiente sin gravedad.

Las dos perras que viajaron en la Sputnik 5 disecadas en un museo soviético

La cosmonave ya estaba en órbita cuando el aviador espía estadounidense Gary Francis Powers, de 31 años, entró para enfrentar a los jueces en el imponente salón de las columnas de la Casa de los Sindicatos, en Moscú, atestado de funcionarios, público, periodistas locales y – una verdadera rareza – también de corresponsales extranjeros. No tenía muchas esperanzas sobre la condena que recibiría, porque el destino de los espías capturados en la Unión Soviética era uno solo: la muerte. Y no quedaban dudas de que él era uno de ellos. Lo habían capturado el 1° de mayo, cuando su avión – un sofisticado U-2 que pretendía ser invisible para la vigilancia aérea soviética – fue derribado y en las cámaras que llevaba se encontraron fotos de instalaciones nucleares.

Encerrado, interrogado y luego incomunicado en la prisión, recién unos días antes del juicio Powers supo que se había convertido en una pieza clave en el complicado juego de la Guerra Fría y que por eso seguía vivo. Su captura le había permitido a Nikita Khruschev dar un portazo 15 días después en la Cumbre de París, que reunió a los jefes de estado de Francia, Gran Bretaña, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Así, la tensión diplomática escaló al máximo. Powers supo todo eso por boca del abogado defensor que le asignaron de oficio, Mikhail I. Griniev, que le recomendó que se disculpara ante el tribunal para conseguir una condena más benigna que la muerte. Lo había hecho el día anterior, cuando le tocó hablar. “La situación en que me hallo no es buena. No he escuchado mucho las noticias desde que estoy aquí, pero entiendo que, como resultado de mi vuelo, se canceló la cumbre entre los dos estados por las armas nucleares y también la visita del presidente de Estados Unidos a Rusia. Sinceramente siento haber tenido algo que ver con esto. Ahora sé algunas de las consecuencias de mi vuelo y estoy profundamente arrepentido de haber participado en él”, le dijo al tribunal sin esperar que sus palabras fueran retribuidas con un gesto de compasión.

Los restos del avión de Gary Powers que cayeron en la Unión Soviética

Mientras tanto, la cápsula Sputnik V, con Belka y Strelka a bordo, seguía dando vueltas alrededor de la Tierra. Hasta entonces, ningún animal enviado al espacio exterior había regresado vivo porque las expectativas de que las dos perras astronautas pudieran sobrevivir se podían comparar con las de Powers. Casi ninguna.

La captura de Powers

Aún durante los monumentales festejos del Día de los Trabajadores, el 1° de mayo de 1960 la vigilancia aérea soviética no descansaba. Ese día Powers despegó de la base aérea que los Estados Unidos tenían en Badaber, Pakistán, con la misión de sobrevolar territorio soviético y fotografiar sitios o silos de misiles balísticos intercontinentales (ICBMs) nucleares en las cercanías de las regiones de Sverdlovsk y Plesetsk, y una vez cumplida la misión aterrizar en Bodø, Noruega. Volaba un Lockheed U-2, capaz de navegar a gran altura y muy difícil de detectar. O eso se creía, porque la fuerza aérea soviética lo encontró y el teniente general de la Fuerza Aérea, Yevgueny Savitsky, ordenó que lo atacaran.

Según la versión oficial de Moscú, el U-2 fue derribado cerca de la localidad de Degtyarsk, en la región de los Urales, por uno de catorce misiles antiaéreos S-75 Dvina disparados contra el avión espía, y Powers se eyectó y llegó a tierra con su paracaídas. Como a todos los espías, la CIA le había entregado una moneda de plata perforada desde su canto por un alfiler envenenado capaz de matar en segundos: el drástico –y único– modo de eludir los previsibles interrogatorios y torturas.

Los soviéticos aseguraron que Powers no se decidió a usarlo, pero la versión de Powers era diferente. El impacto del misil tierra-aire destrozó el ala derecha, y él calculó que podía salir del avión antes de accionar los interruptores de destrucción para que el enemigo no se apropiara de los secretos técnicos, pero aprisionado por las mangueras de oxígeno no pudo moverse, ni para suicidarse ni para quemar el avión. Estaba todavía aprisionado dentro de la aeronave cuando lo capturaron unos campesinos que lo entregaron a las autoridades. De inmediato fue a parar a Moscú para ser interrogado por la KGB. También para convertirse en una carta que la Unión Soviética iba a jugar muy pronto.

Una imagen de Gary Powers como piloto de la CIA

La crisis diplomática

Que Powers hubiera caído del cielo en territorio soviético podía leerse en más de un sentido. No solo el literal, por el derribo de su avión, sino también porque se convirtió en un arma inesperada para Moscú en un momento extremadamente delicado de sus relaciones con Occidente: trece días más tarde, los jefes de Estado de las cuatro mayores potencias del momento se reunirían en París para tratar el control de las armas nucleares.

El Kremlin decidió poner la carta de Powers sobre la mesa de negociaciones, pero no de manera abierta, sino tendiendo una emboscada. Al día siguiente de la caída, Khruschev anunció al mundo que un “avión espía” había sido derribado en territorio soviético, pero se guardó un as en la manga: no dijo que Powers estaba vivo ni que el U-2 estaba casi intacto. El presidente norteamericano, Dwight Eisenhower, asesorado por la CIA, respondió que no se trataba de un avión espía sino de una aeronave civil de investigación atmosférica de la NASA. Era lo que Khruschev esperaba y el 7 de agosto le respondió: “Debo decirles un secreto. Cuando hice mi primer informe, deliberadamente no dije que el piloto estaba vivo y bien… y ahora miren todas las cosas tontas que las autoridades estadounidenses han dicho”, anunció. No solo Powers estaba vivo, sino que además se conservaban importantes secciones de su aeronave. Los soviéticos se las ingeniaron para recuperar la cámara de vigilancia, e incluso revelaron algunas de las fotografías que había tomado. La mentira de Eisenhower quedó expuesta a la opinión pública internacional cuando apenas faltaban seis días para la Cumbre de París.

El líder comunista llegó a París el 13 de agosto con un objetivo preciso: que el presidente norteamericano le pidiera disculpas públicamente por el espionaje en territorio soviético. Eisenhower se negó. La discusión entre Khruschev y el estadounidense fue subiendo de tono hasta que el presidente francés, Charles De Gaulle, perdió la paciencia y cortó las protestas del soviético.

“Está armando un gran escándalo con todo esto. Hay probablemente una tonelada de acero ruso atravesando el espacio francés todos los días sin mi permiso. No tengo ni idea de qué hay dentro de esos satélites y usted no me lo ha contado. Y yo no estoy armando un gran alboroto por eso” le dijo. “Solo me preocupa lo que sobrevuela la Unión Soviética con un hombre dentro. Si no tiene hombres a bordo, no me molesta”, le contestó irónicamente Khruschev.

Belka y Strelka son consideradas heroínas de la Unión Soviética

La cumbre quedó trabada a partir de ese momento y el 16 de agosto Khruschev se fue de la reunión sellando un fracaso que para él era una victoria.

Un espía y dos perritas

La tarde del 19 de agosto de 1960, tres meses después del portazo de Khruschev en la cumbre de París, un incrédulo Gary Powers escuchó como el presidente del tribunal le dictaba una pena sorprendente. En lugar de la pena de muerte que parecía inevitable, lo condenaban a tres años de cárcel y siete de trabajos forzados. Al día siguiente, los medios soviéticos hablaron de la compasión del tribunal ante el arrepentimiento del espía, mientras que en la prensa occidental se hacían sesudos análisis sobre cómo los soviéticos habían tratado de bajar la tensión diplomática en lugar de llevarla a una situación límite con la ejecución del aviador.

No estaban del todo errados, porque era evidente que luego del fracaso de la reunión en la capital francesa, Khruschev no había querido tirar aún más de la cuerda, pero no era la única razón: los soviéticos ya estaban pensando utilizar a Powers como pieza intercambiable en el complejo tablero de ajedrez del espionaje de la Guerra Fría para recuperar a uno de sus agentes más valiosos que estaba en poder de los estadounidenses. Se trataba de Vílyam Guénrijovich Fisher, alias Rudolf Abel, capturado por el FBI en junio de 1957 y condenado a 37 años de cárcel, que estaba cumpliendo en una celda solitaria de una cárcel de Atlanta, donde solo podía recibir las visitas de su abogado, James Donovan.

El puente en Berlín en el que fueron intercambiados los espías

La otra noticia del día en los diarios soviéticos y, en menor medida, en los del resto del mundo fue el exitoso retorno de la cápsula Sputnik V a la Tierra, con las dos perritas astronautas, las ratas y los ratones vivitos y coleando, en perfectas condiciones de salud. Las crónicas abundaban en los detalles de la misión. Contaban que durante el lanzamiento el pulso y la frecuencia respiratoria de Belka y Strelka habían aumentado, pero que se calmaron lentamente cuando la nave espacial alcanzó la órbita terrestre. La condición de las perras astronautas había sido controlada y analizada paso a paso por unos dispositivos especiales que medían la presión arterial, el ritmo cardíaco, la actividad cerebral y muchos otros parámetros. Además, la nave espacial estaba equipada con una cámara de televisión que enviaba imágenes de las perras a la Tierra. Después de las tensiones del lanzamiento las perras habían estado tranquilas la mayor parte del tiempo y disfrutaron de su comida. Según los sistemas de control, la exposición a la ingravidez las había molestado y solo en un momento, cuando la cápsula giraba alrededor del planeta por cuarta vez, Belka se había puesto ansiosa y había ladrado.

En conclusión, el éxito de la misión Sputnik V era total y se marcaba un hito histórico en la conquista del espacio exterior que ponía a los soviéticos muy por delante de los estadounidenses en la carrera espacial. Sus resultados – es decir, que los animales hubieran sobrevivido sin que su salud se viera afectada – le permitirían a la Unión Soviética dar un paso mucho más importante: menos de un año después, el 12 de abril de 1961, enviaron a Yuri Gagarin al espacio a bordo de la nave Vostok 1 y lo convirtieron en el primer ser humano en orbitar la Tierra.

Uno de los descendientes de las perras espaciales que llegaron a la Casa Blanca y fueron mascotas del presidente Kennedy

Destinos diferentes

Los tres sobrevivientes de los hechos del 19 de agosto de 1960 – el espía y las dos perritas – pudieron continuar con sus vidas y siguieron caminos diferentes. Gary Powers fue canjeado por el espía soviético Vílyam Guénrijovich Fisher el 12 de febrero de 1962, cuando ambos cruzaron en direcciones opuestas el puente Glienicke, sobre el río Havel, entre la zona de Berlín bajo administración de los aliados y Potsdam, Alemania Oriental. El episodio inspiró, muchos años después, en la película “Puente de espías”, dirigida por Steven Spielberg.

Al regresar a los Estados Unidos, el espía que había caído del cielo no fue recibido como un héroe. Fue interrogado por la CIA, por la compañía Lockheed (los fabricantes del U-2) y la Fuerza Aérea. También tuvo que comparecer ante los senadores Richard Russell, Prescott Bush y Barry Goldwater para explicar, entre otras cosas, por qué no se había suicidado. Finalmente se determinó que había seguido órdenes, no había divulgado información crítica a los soviéticos y había actuado como “un buen joven bajo circunstancias peligrosas”, como dijeron los senadores. Salvado su honor de espía, trabajó para Lockheed como piloto de pruebas desde 1963 hasta 1970, año en el que publicó un libro acerca del incidente. Murió en un choque de helicópteros cerca de Los Ángeles en 1977, mientras trabajaba como periodista para la televisión. Fue sepultado en el Cementerio Nacional de Arlington.

Por una extraña coincidencia, la descendencia de una de las perritas astronautas también tuvo como destino los Estados Unidos, como un gesto de buena voluntad de Moscú hacia Washington en medio de la Guerra Fría. Meses después de su vuelo espacial, Strelka dio a la luz a 6 cachorros sanos. Uno de ellos, una perrita llamada Pushinka (“La Esponjosa”), fue entregada como un regalo al presidente John F. Kennedy, que se la llevó a la Casa Blanca. Allí tuvo cría con otro perro de la familia presidencial, un terrier galés llamado Charlie, y los cachorros fueron apodados “pupniks” en homenaje a su madre soviética. Una muestra mínima de distensión en medio del enfrentamiento de las dos grandes potencias.

Belka y Strelka al volver de su viaje por el espacio

Si la condena de Gary Powers y el éxito de la misión Sputnik V quedaron escritos como dos victorias logradas por la Unión Soviética en un mismo día, esa misma fecha, pero 31 años más tarde, pasaría a la historia como el principio de su final. El 19 de agosto de 1991, sectores conservadores del Partido Comunista intentaron un golpe de Estado contra el presidente Mijaíl Gorbachov para detener el proceso de reformas y apertura hacia Occidente que encabezaba. La movida fracasó y terminó acelerando la disolución de la Unión Soviética apenas tres meses después, el 26 de diciembre de 1991.