70000TONS OF METAL: el viaje del creador del mayor crucero heavy del mundo

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Andy Piller, creador de 70000TONS OF METAL , en un café porteño

Andy Piller es una celebridad. No lo parece, sinceramente, pero en el pequeño y curioso mundo que creó, el equivalente de Disneyworld para los adultos amantes de la música pesada sobre las aguas del Caribe, es una celebridad. Allí, todo gravita alrededor de él; los chistes, los memes en los grupos de Facebook, las fiestas a bordo, gravitan a su alrededor. Todos lo conocen y lo saludan al pasar. Se llama a él mismo el capitán. Así lo dice en el membrete bordado en su camisa: skipper, capitán.

18 años atrás, Piller, un promotor de conciertos suizo, creó 70000TONS OF METAL -se escribe así, todo con mayúsculas-, un festival de heavy metal a bordo de un crucero de Royal Caribbean, con todas las comodidades que supone, bueno, las vacaciones de lujo en un crucero de Royal Caribbean.

La idea parecía un shock cultural. Los grandes festivales de heavy metal, en Europa, Estados Unidos, o aquí, suelen ser asuntos incómodos; horas y horas al sol, con barro hasta los tobillos, filas eternas por una cerveza o una botella de agua. Pero Piller creó una experiencia de lujo donde una banda absolutamente salvaje y esencial para la historia del heavy puede ser vista, literalmente, desde un jacuzzi, a metros de su camarote, con una toalla siempre a mano, para luego cenar en un gran salón.

En un festival como el Wacken Open Air en Alemania o el Hellfest en Clisson, Francia, son eventos de más de 80 mil personas. Este último enero, 70000TONS OF METAL partió desde el Port of Miami a bordo del Independence of the Seas, con 338 metros de eslora, con Ocho Ríos, Jamaica, como destino de playa. 61 bandas y más de tres mil fanáticos de 81 países, argentinos también, se congregaron en busca de su propia forma de felicidad. La intimidad parece casi total. Las bandas están allí, en el casino, en el buffet, en los casi 20 bares. No hay VIP, no hay backstage. Son parte del público.

Así, Piller creó una marca y una fantasía. Tal vez, la fantasía final del heavy metal, una comunidad de hombres y mujeres que comparten el mismo jacuzzi a pesar de que sus países están en guerra, de adultos que lloran al desembarcar al ver lo que gastaron en el bar. Muchos de ellos regresan, una y otra vez. Crearon una comunidad; se hacen llamar survivors, sobrevivientes, se reúnen en redes sociales, hablan todo el año, sobre la única semana en el año que los hace genuinamente felices, para sentir al metal en el Caribe a todo volumen. Es un hecho cultural, la cubierta donde el metal, como movimiento, se discute a sí mismo.

70000TONS OF METAL vuelve al mar en 2026. Parte el 29 de enero desde Miami y regresa el 2 de febrero, con un día de playa en Nassau, Bahamas, a bordo del Freedom of the Seas. El cartel es muy interesante: Anthrax, Beast in Black, Dark Tranquillity, Wind Rose, Vader, Hirax, Vio-lence, Kamelot, Eluveitie, Illdisposed, Satan, Soen, Soilwork, Saturnus, Gama Bomb, Haggard, Firewind, Skeletal Remains, 60 bandas en total. Quedaban 19 por anunciarse al cierre de esta nota. La venta de pasajes ya comenzó y suele agotarse en semanas.

Piller visitó Buenos Aires para una gira de promoción, tras visitar México y Bogotá. Me encuentro con él en un café de Colegiales. “No hay respiro para los malvados”, dice, el título de un disco de Ozzy Osbourne. Está particularmente orgulloso de su último logro. Es paradójico y perfectamente sensato a la vez: un heavy que sueña con la paz mundial.

-Reunimos a gente de 81 naciones en un barco. Imaginen esto: gente que viene de países que están en guerra entre ellos. ¿Pueden pasar tiempo juntos? Por supuesto. Vienen por la misma razón, por amor al heavy metal, en un mismo barco y celebran una fiesta pacífica. ¿No desearíamos que el mundo entero fuera así?

-Y no es su guerra. Es la guerra del gobierno.

-En mi opinión, las fronteras solo existen como líneas en los mapas y en la mente de las personas. necesitamos conocer gente de otras culturas. Todos tenemos los mismos problemas. La gente viene por las mismas razones: por amor al heavy metal. Y luego sus diferencias se disipan. Ya no importan. La gente se da cuenta, no solo de las relaciones entre naciones, sino también entre fans y músicos, de que estamos todos juntos en esto. Todos estamos en el mismo barco. O en el mismo jacuzzi.

-Todos tenemos las mismas fantasías de escape.

-Eso también. Así que, para resolver estos grandes problemas juntos como humanidad, necesitamos entendimiento intercultural. Eso no se logra en una videoconferencia. Solo se logra en persona. Por eso, necesitamos reunirnos. Por eso vengo aquí. Y por eso intento reunir a más personas de todo el mundo en mi barco y aportar mi granito de arena.

El jacuzzi principal frente al escenario

-Las visas son un problema. Se necesita una visa para entrar a Estados Unidos y embarcar en Miami. Algunos músicos, literalmente, no las consiguen.

-Por supuesto, no tenemos influencia en las decisiones de los gobiernos y las autoridades. Lo único que podemos hacer es animar a la gente a no desanimarse ante este entorno cada vez más difícil y los nuevos desafíos. Fue un verdadero reto y me llevó muchos años organizar un festival de heavy metal en un crucero. Y no me rendí. Si no funciona este año o el próximo, no se desanimen. Luchen por ello.

-No hay zonas VIP en el crucero, no hay backstage tampoco.

-Músicos y público van a los mismos bares. Pasan por el mismo control de seguridad, por el mismo registro. Y es algo que solo podrás comprender plenamente cuando cruces esta pasarela por primera vez. Y algo ocurre en tu subconsciente. Se desarrolla este respeto mutuo hacia todos los demás a bordo.

Anthrax, la principal atracción de 70000TONS OF METAL 2026 (@SondreBjorn/X)

Los festivales dominan el discurso interno del metal hace más de tres décadas, desde el venerable Monsters of Rock en Donington, Inglaterra, o el Dynamo en Eindhoven, Holanda. Sirvieron para reformular la cohesión interna del movimiento, para formar megaeventos y para estimular, precisamente, esa sensación de libertad, más aún desde que el metal se separó del discurso mainstream para retener su identidad. Pero 70000TONS OF METAL logró una identificación cultural que ningún otro festival en la escena pudo crear. Sus habitués se llaman a sí mismo “survivors”, sobrevivientes, pegan a sus chalecos heavy las tarjetas magnéticas de sus habitaciones como condecoración de guerra.

Piller, que comenzó en los 90s en Suiza como un promotor de show, para luego convertirse en booking agent y tour manager, tuvo la idea de crear el evento al ver cruceros zarpar del puerto de Vancouver desde un balcón. Casi dos décadas después, todavía piensa en la paradoja principal del monstruo de placer heavy metal que creó.

Arte de metal: chalecos de parches en el crucero, las armaduras clásicas del heavy

-Hay un choque cultural. El heavy metal en Argentina es algo de la calle. En el fondo, es una cultura de clase trabajadora. El heavy metal y unas vacaciones de lujo no van de la mano.

-Se resuelve de una forma simple: una vez que la gente se sube al barco, le encanta. Es decir, no hay vuelta atrás. Pero visto desde lejos, algunos piensan: “¿En serio?”. Creo que este es el estigma generalizado que se asocia. Y no solo ocurre en Argentina ni en Latinoamérica. Es lo mismo en Norteamérica. Hasta cierto punto, esto sigue siendo así en muchos lugares de Europa. Aunque el metal esté más consolidado y sea más popular allí, para quienes no pertenecen a la escena metalera es un estigma.

-Es un prejuicio.

-Cuando piensas en metaleros, piensas en gente de aspecto intimidante. Tatuajes, ropa extrema. Son las personas más amables del mundo. Pero la gente ajena a la escena metalera a menudo no lo sabe. Hay banqueros, médicos, abogados, informáticos. Son las personas más amables, amigables y abiertas que jamás conocerás. Incluso aquí en Latinoamérica, la gente de diversos países probablemente no simpatiza tanto con sus vecinos. En el barco, eso no importa.