La sonrisa de las chicas, hamburguesas para los asesinos y el cruel relato de la arrepentida a la que no se le cayó una lágrima

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“No se le cayó una lágrima, ni se inmutó”. Esa fue la actitud de Celeste Magalí González Guerrero (28), la arrepentida del triple femicidio de Florencio Varela que decidió hablar ante el fiscal de Homicidios de La Matanza Carlos Adrián Arribas. Los investigadores le creyeron lo que contó porque confirmó mucho de lo que sospechaban. Sabían de la crueldad con la que mataron a Brenda del Castillo (20), Morena Verdi (20) y Lara Gutiérrez (15), pero los espantó escuchar los “terribles” detalles de parte de una mujer que no mostró un ápice de empatía.

Infobae accedió a todo lo que dijo la arrepentida, cómo vio llegar a las víctimas sonrientes, cómo su pareja mató a una de ellas porque se quiso escapar, cuál fue el orden de los femicidios y el por qué, el dinero que se pagó para torturarlas y asesinarlas, quiénes vieron al menos uno de los homicidios en vivo y que pidieron hamburguesas para comer cuando terminó todo.

Según su relato, el 17 de septiembre pasado, dos días antes de que Morena, Brenda y Lara subieran a una Chevrolet Tracker blanca rumbo a una fiesta en Flores que nunca existió; «Pequeño J“ la llamó para pedirle si podía ir a su casa porque “capaz iba con una amiga”. Estaban pintando uno de sus departamentos y no lo podía usar, esa fue la excusa.

Sé que a las chicas que llevó a mi casa las conocía de antes porque dijo que eran amigas y que no podían ir a su departamento porque estaba en remodelación”, acotó y describió que “Pequeño J” era quien la proveía a ella y a su pareja, el peruano Miguel Ángel Villanueva Silva, de las drogas para vender en las calles de Florencio Varela. Matías Ozorio era quien le llevaba las dosis a Celeste.

Las tres víctimas

La arrepentida recordó que ese 19 de septiembre dijo haber visto en el patio de la casa que ella alquila a Matías Agustín Ozorio, “Nero” y “Paco” cavando lo que definió como un pozo: “Vi la tierra y a Matías en cuero con una pala en la mano y a Paco y a Nero frente a él”, declaró. Relató que había música y que llevaron un parlante para ponerlo en el lugar. Sospecha que fue su pareja quien les abrió la puerta. Por la noche de ese viernes truculento, “Pequeño J” la llamó para que le abriera el portón de su casa. Ella salió y vio entrar a la camioneta Chevrolet Tracker color blanca. De ese vehículo descendieron Brenda, Lara y Morena: “Bajaron sonrientes, se las veían como engañadas que venían a una fiesta”, lanzó.

Y también de la camioneta descendieron tres hombres: “Pequeño J”, que la ayudó a cerrar el portón; Víctor Sotacuro Lázaro, alias “Duro” e identificado como tío de “Pequeño J”, quien le dio los mil dólares por el subalquiler de la casa de Chañar y después se los sacó; y a uno más de tez blanca que portaba una pistola Glock en sus manos y manejaba.

“Un hombre grande, tenía canas, creo que también era peruano y vestía con ropa deportiva, recuerdo que no tenía tatuajes en los brazos porque estaba arremangado”, aportó sobre el conductor de la camioneta.

La arrepentida

Luego, ella dijo que salió a vender los estupefacientes que llevaba en la mochila, una actividad que describió como habitual en la zona de San Nicolás y Av. Guillermo Hudson, en Florencio Varela.

“Cuando estoy saliendo veo tres hombres mas con guantes de latex, los de color blanco. En ese momento se cortó la música, fue justo cuando llegaron las chicas. Ellos estaban dentro de mi casa, en el comedor, con las luces apagadas. Les habrá abierto Miguel. Seguro llegaron con Paco, Nere y Matías. Uno era muy alto y flaco, el otro medio gordito, de 1.60 mts. y del tercero no me acuerdo. Eran los tres peruanos”, acotó y luego identificó a uno como David Gustavo Morales Huamaní: “El Loco” David. Y al flaco como Manuel David Valverde Rodríguez.

Se fue con la idea de encontrarse con su pareja en una esquina. Siempre según la arrepentida, “Pequeño J” a los 20 minutos mandó un mensaje al grupo de WhatsApp llamado “Pizzería Los Pulpos”, que usan para la venta de droga: “Preguntaba por alguien que alquile un parlante. Ahí Jeremías Giménez respondió diciendo que su hermano tenía uno. Miguel fue en un remis a buscar el parlante, yo me quedé esperándolo”.

Alrededor de las 4 del sábado regresó a su casa, donde encontró a su pareja, con uno de los dedos sangrando. “Me explicó que, cuando fue a dejar el parlante y abrió la puerta, una de las chicas quiso salir corriendo como para escaparse y, ante eso, agarró un destornillador que estaba a mano y un vidrio y la mató”, dijo y acotó: “Como seguía viva, fue al fondo a buscar un fierro y se lo aplastó en la cara”.

El lugar donde enterraron los cuerpos

Dijo que no entró a su casa pero sí que vio todo sucio, como con barro y que Miguel le dijo que iban a hacer compras: lavandina, juegos de guantes, agua oxigenada y artículos de limpieza. Luego, se dirigieron a una estación de servicio donde compraron dos bidones de nafta, alrededor de 20 litros.

Cuando regresaron, ella, “Pequeño J”, el hombre que tenía la Glock, Nero, Paco y Sotacuro se fueron en la camioneta Chevrolet Traker hasta un campo que ella les había mencionado. Se los marcó y regresó con el hombre de la pistola. El resto se quedó y se fue en auto de aplicación: “Yo me volví con el hombre de tez blanca hasta mi casa, donde Miguel abre el garaje para que ingrese nuevamente la camioneta. Habremos tardado unos 15 minutos”, describió.

Ella alegó que no entró a la casa sino que fue a recibir las hamburguesas que había encargado desde su celular para que comieran. Mientras, dijo que en ese lapso en la camioneta cargaban todo lo que luego le faltó de su casa: colchones y las sábanas: “Miguel me contó que las llevaron al descampado con la camioneta y prendieron todo fuego con la nafta que habíamos comprado”.

Pequeño J y Matías Agustín Ozorio

Y agregó: “Cuando llego a mi casa con las hamburguesas, no vi sangre, nada. Ya lo habían limpiado con los productos que compramos. En ese momento solo estaban Matías y Miguel. Matías pidió un remis y se fue con las hamburguesas”.

De acuerdo con lo que Miguel le contó, el orden de los hechos fue que Brenda fue asesinada primero, luego Morena y por último Lara. Y que mientras las mataban se produjo una videollamada en la que figuras llamadas “papa” y “Lima” —este último identificado por Celeste como Abel, de nacionalidad peruana y de entre 33 y 34 años— observaron lo que sucedía: “Lima me contó por conversación de WhatsApp que vio en vivo cuando mataban a una de las chicas”, e identificó la aplicación utilizada.

Celeste dijo que los crímenes se vincularon con el robo de 30 kilos de cocaína a Sotacuro y que dos de las chicas, una era Brenda, habrían estado involucradas en ese hecho; además, consignó que le dijeron que a “Pequeño J” le habían pagado un millón de dólares por lo ocurrido.