Con lo único que soñaba el chico era con ser un buen dibujante. Y vaya si lo logró. Dante Quinterno, que a los catorce años ya dejó ver su talento en los dibujos sobre la pelea Firpo Dempsey publicados en la “Página de Columba”, se convertiría en un mojón inevitable en ese fascinante mundo de la historieta argentina.
Había nacido el 26 de octubre de 1909, su abuelo piamontés Pedro había llegado por 1885, se había establecido en San Vicente, donde se dedicó a la plantación de frutales. Era el único hijo varón de Martín Quinterno y Laura Raffo, y tenía tres hermanas, Celia, Luisa y Laura.
Al niño Dante cualquier superficie lisa le era suficiente para garabatear dibujos. Ya siendo estudiante secundario en el colegio Bernardino Rivadavia fue ayudante del genial dibujante entrerriano Diógenes “el Mono” Taborda, que publicaba en el diario Crítica. Se reconoce a Taborda, que falleció muy joven, como su primer maestro. También se relacionó con Arturo Lanteri, creador de “Las Aventuras de don Pancho Talero”, que durante veinte años publicó en la revista El Hogar.
En 1925 surgieron sus primeros personajes, como “Panitruco”, “Andanzas y desventuras de Manolo Quaranta” y “Don Fermín”. En las redacciones era “el pibe Quinterno”.
En 1928 ganó un concurso de dibujos que organizaba la revista Caras y Caretas y el 19 de octubre de ese año, en el diario Crítica, en su tira “Las Andanzas de Don Gil Contento”, hacía aparecer a un personaje secundario llamado Patoruzú, aunque su nombre original fue otro: Curugua-Curiguagüigua que, como era prácticamente impronunciable, le propusieron cambiarlo. Por aquel tiempo era muy popular una golosina que se vendía en las farmacias, que era la pasta de oruzú, de gusto agridulce y anisado y de ahí salió el nombre.
Patoruzú era un indígena bonachón, ingenuo, voluntarioso y de buen corazón, con una increíble fuerza: un auténtico superhéroe industria nacional. Su contracara sería Isidoro Cañones, quien había nacido con su propia tira, pero con otro nombre, llamada “Julián de Montepío”.
Por aquel tiempo, Quinterno contó que dio con el perfil de Patoruzú estudiando la psicología de los indígenas del país, y que lo que le interesó fue el más bonachón e ingenuo. Dijo que en su personaje “se conjugan todas las virtudes inalcanzables para el común de los mortales. Es el hombre perfecto dentro de la imperfección humana”. Cuando creó el personaje, describió en una suerte de decálogo su personalidad y su forma de actuar, para que fuera respetado por los guionistas y dibujantes. El indio haría muy populares sus palabras preferidas, como “canejo”, ”huija” y “sotreta”.
En noviembre de 1936 Quinterno revolucionó al mercado con la revista Patoruzú, que en horas agotó cien mil ejemplares. Patoruzito, la versión infantil de Patoruzú, nació el 11 de octubre de 1945, dirigido a captar un público aún más pequeño que el de Patoruzú. También era justiciero, inteligente, valeroso, justo, honesto, que siempre debía enfrentar situaciones problemáticas de los malos de la tira que pretendían engañarlo. Tenía, en el personaje de Isidorito, su contrapunto.
La campaña publicitaria previa rindió sus frutos: ese día la revista, de 32 páginas, de 23 por 29 centímetros, se agotó en horas, en una semana en donde el país estaba en plena efervescencia política.
Era dibujado por Marcelo Antonio Tulio Lovato, quien había abandonado sus estudios de ingeniería para dedicarse al dibujo. Patoruzito aparecía con poncho amarillo, pantalones azules con sus botamangas dobladas, ojotas, vincha que sujetaba una pluma. Lovato llegó a ser director del departamento gráfico de la editorial Dante Quinterno. Por su parte, los guiones eran responsabilidad del genovés Domingo Mirco Repetto, quien había empezado a escribir libretos a los 15 años.
Las historias de Patoruzito estaban centradas en el sur del país. Montaba a su caballo “Pamperito”; era criado por “la Chala Mama”, una mujer a la que daba miedo contradecirla por su fuerte carácter, y que eran famosas sus empanadas.
Completaban el elenco, además de Isidorito, el tío de éste, capitán Cañones, Upa, el hermano bebé de Patoruzito, Ñancul, el capataz de la estancia donde vivían y Patora, la hermana solterona de Patoruzú. Los villanos, que hicieron su aparición a partir del segundo número, eran el hechicero Chiquizuel y su nieto Chupamiel.
La del niño cacique era, en esa revista, la única en colores, publicada en las páginas centrales. Luego había historietas de autores locales y extranjeros.
Entre los primeros, figuraban “Rinkel el ballenero”, “Vito Nervio”, “Ira Implacable”, “A la conquista de Jastinapur”, “Juan Ley, detective científico”, “Fierro a fierro”, “Hernán el Corsario”, “El gnomo Pimentón”, “Langostino”, “Don Pascual”. La lista es interminable. Y las historias realizadas por extranjeros figuran “Flash Gordon”, “Rip Kirby”, “Captain Marvel Jr.“, “Cisco Kid”, entre tantas otras.
En diciembre de 1957 la revista cambia el nombre por “Correrías de un pequeño gran cacique” y, al final, “Correrías de Patoruzito”. Se publicarían 892 números. Dejó de salir el 31 de enero de 1963.
En 1933 Quinterno viajó a Estados Unidos a estudiar la producción de dibujos animados con los creadores del momento, y se relacionó con Walt Disney, con quien se haría amigo, y quien admiraría sus producciones.
En 1938 se casó con Rosa Schiaffino y tuvieron tres hijos: Dante, Walter y Mónica. Había armado Editorial Universo, que funcionó primero sobre avenida de Mayo al 1400 y luego en Avenida Santa Fe y Paraná.
El éxito de sus personajes lo hizo incursionar en el cine. El 20 de noviembre de 1942, cuando en el cine Ambassador se estrenaba La Guerra Gaucha, que fue un extraordinario suceso, se emitió un corto de quince minutos Upa en apuros, que fue el primer dibujo animado en colores.
Invirtió sus ganancias en la compra de campos en la provincia de Buenos Aires, se convirtió en productor agropecuario, pero nunca dejó su negocio inicial. Así sacó al mercado la revista Dinámica Rural.
En 1996 su labor fue reconocida por la cámara de diputados y cuando tres años después la legislatura porteña hizo lo propio, no asistió, respetando una conducta casi espartana de mantener, por décadas, un perfil bajo. Las crónicas sobre su vida y sus obituarios señalan que la última vez que dio algo parecido a una nota fue en octubre de 1931.
En 2004, cuando el Correo Argentino sacó una estampilla con su figura, salió la película “Patoruzito” y dos años después “Patoruzito: la gran aventura”.
Falleció el 14 de mayo de 2003, a los 93 años. Patoruzito y su amigo Isidorito están inmortalizados en avenida Belgrano, entre Paseo Colón y Azopardo; Patoruzú a cuatro cuadras en Balcarce y Alsina, dentro de un circuito en el casco histórico de la ciudad, donde se rinde homenaje a aquellos personajes de historietas, con vidas de novela, y que nos hicieron vivir miles de aventuras.