La trama de espionaje ilegal que sacude a una figura mundial del atletismo: detectives, acusación por doping y una familia dividida

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El atleta italiano Filippo Tortu durante el campeonato Europeo de Atletismo en Roma durante la prueba de relevos 4x100 (REUTERS/Manon Cruz)

Un escándalo de ciber espionaje que involucró a un dirigente, detectives privados y campeones olímpicos del atletismo italiano sacudió al deporte en los últimos días y culminó con una sanción ejemplar de parte de la federación de aquel país al protagonista de una trama que generó un revuelo de grandes escalas y con detalles dignos de una serie de televisión.

El Tribunal de Disciplina de la Federación Italiana de Atletismo (FIDAL) determinó que el ex atleta Giacomo Tortu, actual presidente del club Raptors de Milán y miembro de la federación, contrató a la agencia de detectives informáticos Equalize para acceder de manera ilegal al teléfono móvil de Marcell Jacobs, integrante del equipo de relevos 4×100 de Italia, que en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (se disputaron en 2021 por la pandemia del Covid) consiguió la medalla de oro.

La finalidad, según determinó la justicia, era obtener información que pudiera demostrar el uso de sustancias prohibidas por parte del bicampeón olímpico y, de ese modo, favorecer a su propio hermano, Filippo Tortu, compañero de Jacobs en la prueba de relevos. De acuerdo al fallo del Tribunal, la investigación informática no halló ningún respaldo a las sospechas de dopaje, y la sanción a Giacomo Tortu de 30 meses se fundamentó en la “violación del respeto y del cumplimiento de los estatutos y reglas federativas, así como los principios de lealtad, integridad, equidad deportiva y disciplina, que constituyen los fundamentos del deporte”. A esto se sumaron seis meses adicionales por “haber cometido la infracción con el objetivo de cometer o de disimular otra, o por asegurarse así mismo o a otro una ventaja”, adjuntó el informe.

Como resultado, Giacomo Tortu quedó inhabilitado para ejercer cargos en clubes afiliados y para acceder a campos de competición o entrenamiento, tras asumir la plena responsabilidad de sus actos. El tribunal italiano también eximió de toda implicación a su hermano Filippo Tortu, al considerar que era “completamente ajeno a la iniciativa del acusado”. El velocista, de 27 años y ganador del Oro en Tokio, expresó su sorpresa por la noticia: “Me cayó como un balde de agua fría. Me enteré del hecho por los medios de comunicación”.

Filippo Tortu festeja con Marcell Jacobs, en la prueba de relevos 4x100. Su hermano Giacomo investigó a su compañero por presunto doping y así favorecerlo en el equipo (REUTERS/Manon Cruz)

El caso que sacudió Italia se inscribe en una investigación más amplia sobre las actividades de la empresa especializada en seguridad e investigaciones, acusada de acceder ilegalmente a bases de datos estatales para obtener información confidencial sobre empresas y figuras públicas. El escándalo cobró notoriedad en febrero, cuando el diario italiano Il Fatto Quotidiano publicó detalles de la causa. Según citó ese medio, Carmine Gallo, inspector de policía jubilado y director de la firma Equalize, declaró que recibió 10.000 euros (unos 11.600 dólares) de parte de Giacomo Tortu para obtener datos de 2020 y 2021 sobre los análisis de sangre de Jacobs y acceder al contenido de su teléfono móvil. Gallo también afirmó que Giacomo dejó claro desde el principio que su hermano Filippo desconocía por completo la solicitud, y que la operación no logró su objetivo.

La investigación judicial, dirigida por el fiscal Francesco De Tommasi y los Carabineros, ya estaba en curso cuando el citado medio reveló el espionaje ilegal. En octubre del año anterior, De Tommasi tomó declaración a un testigo, amigo de Giacomo Tortu, quien relató que en julio de 2021, antes de la victoria olímpica de Jacobs en Tokio, Tortu recibió información de un periodista sobre un presunto caso de dopaje que avivó las sospechas. El testigo aseguró que acompañó a Giacomo a una reunión con Gallo, donde se solicitó el espionaje contra el futuro bicampeón olímpico.

En junio, Marcell Jacobs, de 30 años, compareció ante la Dirección Distrital Antimafia de Milán y la Dirección Nacional Antimafia y Antiterrorismo. Allí relató que, tras su consagración en Tokio, “el Times publicó un artículo sobre mi presunto doping, tras lo cual recibí llamadas de periodistas italianos pidiéndome que comentara sobre esta acusación”, una información que resultó ser falsa. Jacobs afirmó que no recordaba haber hablado con el periodista mencionado por el amigo de Tortu y que desconocía por completo la existencia de la operación de espionaje hasta que se hizo pública a principios de 2025.

En declaraciones a La Gazzetta dello Sport, Jacobs defendió a Filippo Tortu, su compañero en el relevo junto a Lorenzo Patta y Eseosa Desalu: “Aunque tiene una relación muy cercana con su hermano, no creo que supiera nada. Me guío por la intuición”, afirmó poco después de conocerse el caso. Ante la fiscalía, el atleta espiado reiteró su postura: “(Filippo) Me llamó para ver cómo estaba. Pero no puso excusas. Quería saber si sentía alguna animadversión hacia él, sobre todo porque seguimos haciendo los relevos juntos y ese grupo siempre ha estado muy unido. Lo tranquilicé, haciéndole entender que no tenía nada en su contra, hasta que, obviamente, se supiera toda la verdad sobre el tema”.

Filippo Tortu (primero de izquierda a derecha) y Marcell Jacobs (tercero en ese orden) ganaron la medalla de oro en Tokio 2020 en la prueba de relevos 4x100 (REUTERS/Kai Pfaffenbach)

Por su parte, Filippo Tortu decidió no comparecer ante la fiscalía de Milán en mayo, amparándose en el derecho de abstención previsto por la ley para familiares directos del acusado.

El trasfondo deportivo de los protagonistas de esta historia suma un dato de color a este caso y que habría sido el disparador del espionaje. Hasta los Juegos Olímpicos de Tokio, Marcell Jacobs no había logrado títulos de gran relevancia y era una figura poco conocida fuera del ambiente, mientras que Filippo Tortu ya contaba con un subcampeonato mundial sub-20 y un título juvenil europeo en los 100 metros, perfilándose como la “gran esperanza” del atletismo italiano.

Sin embargo, en la capital japonesa, Jacobs sorprendió al imponerse en los 100 metros con un tiempo de 9,8 segundos (nunca antes había bajado de los 10″), superando al estadounidense Fred Kerley y al canadiense Andre De Grasse, mientras que Filippo no logró pasar a la final. Cinco días después, ambos formaron parte del equipo que conquistó el oro en el relevo 4×100, junto a Patta y Desalu, estableciendo un nuevo récord italiano y superando a los equipos de Canadá y China.

El éxito repentino de Jacobs, sumado a las sospechas de dopaje nunca confirmadas, motivó a Giacomo Tortu a iniciar el espionaje que derivó en el mayor escándalo reciente del olimpismo italiano. La historia llegó a su fin con el castigo para el directivo que intentó descubrir un delito que jamás existió.