
A los 87 años, el médico argentino Alberto Cormillot desafía los estereotipos que asocian la vejez con el declive y la asexualidad. Su vitalidad y su decisión de mantener una vida sexual activa después de los 80, como relató en una reciente entrevista, ilustran un fenómeno cada vez más visible: la generación silver reivindica su derecho al placer y a la intimidad, enfrentando prejuicios sociales y culturales que durante décadas han silenciado su sexualidad.
En América Latina y España, donde la expectativa de vida sigue en aumento, la plenitud sexual en la tercera edad se convierte en un tema de bienestar y calidad de vida, aunque persisten barreras que dificultan su expresión.
Prejuicios sexuales y estereotipos
Los prejuicios y estereotipos sobre la sexualidad en la vejez constituyen uno de los principales obstáculos para una vida sexual plena en la generación silver.
Según un estudio académico de la Universidad de Guanajuato, la sociedad tiende a concebir la vejez como una etapa de incapacidad y enfermedad, lo que refuerza la idea de que las personas mayores son asexuadas o que el deseo sexual desaparece con los años. Este imaginario colectivo, alimentado por la crianza, la religión y la falta de educación sexual, se traduce en tabúes familiares y sociales que condicionan la vivencia de la sexualidad.

Testimonios recogidos en el estudio “Influencias del mundo y el cuerpo en la sexualidad del adulto mayor”, elaborado por Cinthia Elizabeth González Soto, Raúl Fernando Guerrero Castañeda, Claudia Feio da Maia Lima y Jonathan Alejandro Galindo Soto —investigadores de la Universidad de Guanajuato y de la Universidad Federal do Recôncavo da Bahía—, la percepción del cuerpo y el entorno social inciden directamente en la vivencia de la sexualidad en la vejez.
Reflejan cómo muchos adultos mayores crecieron en entornos donde hablar de sexo era motivo de vergüenza o incluso de castigo, lo que ha dejado huellas en su manera de relacionarse con el propio cuerpo y con los demás. “La vida misma me fue enseñando, porque no, cero contacto con mis papás, la vida, los amigos, las amistades fueron las que me enseñaron”, relató Othello, uno de los participantes entrevistados por la Universidad de Guanajuato.
El impacto de estos estigmas no se limita al plano social. Las creencias negativas sobre la sexualidad en la vejez pueden llevar a la represión de los propios deseos y a la autoexclusión de experiencias íntimas, como reconocen varios testimonios.
Macbeth, otra participante del estudio, señaló: “Era primero un tema tabú en la familia, siempre nos inculcaron que debes de tener una sola pareja”. Además, la presión social y familiar puede generar sentimientos de culpa o vergüenza, especialmente cuando la doctrina religiosa asocia la sexualidad con el pecado, como expresó Miranda: “Me causaba un poco de conflicto porque me decían que era pecado (…) El sentir la necesidad de tener relaciones sexuales no se me hace un pecado, no se me hace una cosa así que yo diga: que vergüenza, no, soy un ser humano”.
Claves para una vida sexual plena
A estos factores se suman los cambios físicos y emocionales propios del envejecimiento, que influyen en la vida sexual de las personas mayores. El paso del tiempo puede traer consigo alteraciones en el deseo sexual, molestias durante las relaciones, disfunción eréctil, cambios en la eyaculación y disminución de la energía. Enfermedades crónicas, cirugías, medicamentos y condiciones como la hipertensión, la diabetes o problemas cardíacos pueden afectar la función sexual.
Sin embargo, estos cambios no implican el fin del placer ni de la intimidad. El estudio de la Universidad de Guanajuato subraya que la sexualidad en la vejez requiere adaptación a las nuevas posibilidades del cuerpo, y que la falta de información y orientación médica agrava la sensación de vulnerabilidad. Othello, uno de los entrevistados, compartió: “Empezaba a sentirme más débil y poco a poco ya fui queriendo para cada contacto una pastilla (…) No me dieron mucha explicación, nomás pues son las que todo mundo conoce”. Se garantizó el anonimato y la confidencialidad de las personas participantes en el estudio mediante el uso de seudónimos.

En el plano emocional, la soledad, el estrés, la depresión o los cambios en la dinámica de pareja pueden influir tanto positiva como negativamente en la sexualidad. En algunos casos, la menor preocupación por el embarazo y la mayor privacidad pueden mejorar la vida sexual de las parejas mayores, mientras que en otros, los problemas de salud o las experiencias negativas pueden disminuir el deseo o dificultar la expresión de la intimidad.
Frente a estos desafíos, existen estrategias y recomendaciones prácticas para disfrutar de una vida sexual plena en la generación silver. Mantener una comunicación abierta con la pareja puede fortalecer la intimidad. Consultar a profesionales de la salud para abordar problemas físicos o emocionales, ajustar la rutina sexual a las nuevas capacidades, explorar diferentes formas de contacto íntimo y mantener una actitud positiva son claves para superar las barreras.
Además, la educación sexual y el acceso a información confiable resultan fundamentales, como reconocen los propios adultos mayores entrevistados por la Universidad de Guanajuato, quienes expresan la necesidad de recibir orientación de especialistas y no solo recurrir a internet o a la automedicación.
La apertura a nuevas formas de intimidad, el sentido del humor y la disposición a experimentar pueden enriquecer la vida sexual en la vejez. Cambiar la hora del día para las relaciones, dedicar más tiempo al romance, probar nuevas posiciones o buscar actividades compartidas que fortalezcan el vínculo emocional, son algunas claves. Para quienes han perdido a su pareja, la institución anima a socializar y a no renunciar a la posibilidad de nuevas relaciones, recordando la importancia de la protección frente a infecciones de transmisión sexual.
La normalización de la sexualidad en la vejez
Alberto Cormillot, al recordar una nota de hace décadas en la que afirmaba: “Yo voy a seguir teniendo sexo después de los 80”, reafirma su convicción de que la sexualidad no tiene fecha de caducidad.

El contexto social y cultural está experimentando cambios, aunque de manera gradual. La industria cultural y el arte comienzan a reflejar una visión más positiva y abierta de la sexualidad en la madurez, mientras que la ciencia y los profesionales de la salud reconocen la necesidad de abordar el tema de manera integral.
Sin embargo, la invisibilidad persiste en muchos ámbitos, y la falta de formación de los profesionales de la salud limita el acompañamiento adecuado a las personas mayores. El estudio de la Universidad de Guanajuato señala que la educación sexual debe incluir a la familia y a la sociedad en general, para combatir los estereotipos y promover prácticas sexuales saludables en la tercera edad.
La sexualidad en la vejez se construye a partir de las experiencias vividas, las posibilidades del cuerpo y el entorno social. Las enfermedades y limitaciones físicas pueden dificultar la expresión sexual, pero los prejuicios y estigmas sociales siguen siendo una de las principales barreras que enfrenta la generación silver para vivir su sexualidad con libertad y plenitud.



