Jugó con Pablo Aimar, comenzó dirigiendo equipos amateurs y despertó el interés de Guardiola: “Me sorprendió”

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Robatto, viendo el partido sobre una heladerita, al mejor estilo Bielsa (EFE/ Osvaldo Villarroel)

“Yo lo escucho declarar ahora, y es el Pablo de los 15 años. Nunca se comió ningún personaje”. Cuando Flavio Robatto, categoría 74, buscaba hacerse un lugar en la Primera de Estudiantes de Río Cuarto, un pequeño fantasista, cinco años menor, ya se codeaba con los más grandes sin miedo a la gambeta, pese a la timidez. Se trata de Pablo Aimar. “A los 10 años sabíamos que era distinto. Agarraba la pelota, gambeteaba a cinco y era gol”, añade.

El enganche edificó una carrera de ensueño, en River, Europa y la selección argentina, Robatto no tuvo la misma suerte con los botines puestos, más allá de que supo pasar por Platense y Comunicaciones, sin embargo, hoy coinciden con éxito en el banco de suplentes. Aimar, en el banco de suplentes de la Albiceleste, como ladero de Lionel Scaloni. Y su ex compañero, en el Bolívar de Bolivia, bajo el paraguas del City Group y con dos títulos ya en el bolso.

“Cuando jugaba yo sabía que iba a ser entrenador. No decía ‘voy a triunfar en Boca’, pero yo sabía que iba a ser entrenador. Cuando estaba en el Ascenso, era impensado que iba a dirigir Copa Libertadores, por no tener un nombre como jugador, por estar lejos en Río Cuarto. Pero siempre seguí adelante, confiando, con el amor por entrenar a un equipo”, expone.

De las pizarras de los ex compañeros emana el mismo espíritu. El que les inculcó, por ejemplo, Ricardo Aimar, el padre del Payasito (en realidad, Payito, diminutivo de Payo, apodo de su progenitor y DT). “Con el papá me une una muy buena relación. El papá fue futbolista, en Belgrano y Newell’s, y un lírico como técnico. A mí me dejó mucho de lo que trato de predicar. Es un Menottista, le puso Pablo César por Menotti”, evoca Robatto, que construyó sin el nombre de su coterráneo, pero con la misma pasión y un estilo irrenunciable.

El DT, de 51 años, desandó el camino del silencio. De Centro Cultural Alberdi de Río Cuarto, a trabajar en Inferiores y como ayudante de campo en el exterior (por ejemplo, con Gustavo Costas o Rubén Israel como cabezas de grupo). Y, luego, a construir con como líder de un cuerpo técnico en Colombia, Perú y Ecuador hasta llegar al Bolívar de La Paz, institución en la que ya dio dos vueltas olímpicas (hoy el equipo está tercero, con 52 puntos, a seis del líder Always Ready).

“Hice el camino largo, le doy un porcentaje, más allá de la suerte, a ser un tipo que tiene los mismos principios de hace años. A tener una idea, a estar convencido de lo que tengo que transmitir; si lo transmitís, tenés más chance de que te elijan más que a otros, o de que ayudes más a la suerte”, subraya quien tuvo contra las cuerdas al Atlético Mineiro de Jorge Sampaoli en los cuartos de final de la Copa Sudamericana 2025. O quien guió la gran campaña en la Libertadores 2024, en la que el elenco paceño supo ganar su grupo, golear a Palestino de visitante y derrotar como local a Flamengo, que luego lo eliminó en octavos de final por una exigua distancia (2-1). Todo, con la particularidad de definirse como un defensor del “juego de posición”.

Con su esposa Andrea y su hijo Flavito, en el restaurant. De fondo, la imagen de Maradona

-¿Cuánta influencia tuvo en tu formación el papá de Aimar y los formadores que tuviste en Estudiantes de Río Cuarto?

-Mucho. Hay un mentor en Río Cuarto, que fue técnico mío y marcó a todos y se llama Ricardo Sevilla. Era revolucuionario. Eran tipos que no resignaban salir jugando todas las veces, todos los tiros, sin importar el partido o las situaciones, y yo soy radical en cuanto al juego de posición para darle la libertad para crear al jugador. De darle libertad, pero con conceptos.

-La Selección en la que trabaja Aimar, justamente, pregona mucho el hecho de darles libertad a los futbolistas. Parece contracultural en un momento en el que los técnicos parecen querer controlar todo, hasta el último detalle, ¿no?

-Se perdió mucho. El mismo Pep Guardiola te dice “nosotros hacemos nuestro juego de posición, la progresión hasta cierto punto y en tres cuartos deciden los jugadores”. Das herramientas, información, pero la creatividad la tiene que dar el jugador. Eso sí, con el contexto, la seguridad de que si la pierde tiene gente cerca. El tema es el afán de tener más control sobre todo, la urgencia que hay, porque perdés tres partidos y te vas. Querés tener todo controlado, entonces das menos libertad y das más responsabilidades. Forma parte de lo que ha crecido el ego del entrenador. Es multifactorial, pero también tienen ciertas responsabilidades hasta en Inferiores. Ahí estaba el formador, que lo que tiene que pensar es en sacar cinco o seis jugadores por año. Hoy, no le ganaste a la Quinta de Tigre, y perdiste. Es una expresión loca.

-Hoy estás en Bolívar, un equipo grande de Bolivia, pero imagino que no es tan sencillo pregonar un juego de posición, ofensivo, en otros contextos y con otras herramientas.

-Nosotros tenemos ciertas posturas, parámetros para entrenar y estar cómodos. Yo vengo de Colombia y Ecuador y es lo mismo. Cuando entré a Bolívar, como había estado dos años en la liga, sabían a qué tenían que jugar. Eso allana el camino, da facilidades. Hay otra cosa que tenemos con el futbolista, independientemente de las presiones, y es que a todos les gusta jugar bien, tener el lucimiento que te da una idea más ambiciosa, de jogo bonito, de la lírica, que otras. Desde el más rústico al más lírico, todos quieren dar un pase de 20 metros. Después, lógico, teníamos otro perfil de jugadores en equipos anteriores. Y cuando vas de equipos más modestos a grandes, tenés la ventaja de que los intérpretes son mejores. Tenés mejor calidad en cada puesto.

-¿En qué ayuda que el equipo esté bajo la órbita del City Group, que tiene muchos clubes alrededor del mundo y la cabeza es el Manchester City?

-Mucho ayuda, porque te da un asesoramiento permanente. Pude viajar a ver a Pep Guardiola, conocí a (Juan Manuel) Lillo… Tengo metodológicamente una guía semanal de la gente del City. Tenemos lineamientos, el perfil nuestro encajó con lo que quería el grupo. En el análisis de los partidos también, se hace a partir del software del City.

-¿Cómo fue conocer a Guardiola? ¿Te sorprendió algo?

-Fue glorioso conocer a Pep, yo soy entrenador gracias a él, en el sentido del convencimiento de una idea. Antes de Pep, esa famosa idea del juego de posición no tenía los resultados que le dio a él. A partir de eso hubo muchos sobrinos de Guardiola en todo el mundo. Disfruté de él, de Lillo, que era su ayudante. Compartimos mucho de lo que vemos en un equipo, de un jugador, un estilo, de la preparación… Y me sorprendió que sabía cosas del Bolívar, de nosotros. Había visto el partido con Flamengo, el que le ganamos a Palestino. Nosotros miramos Champions, pero él había visto partidos de Libertadores, me hablaba de jugadores porque los conocía. Y el grupo City tiene 14 equipos. Yo había viajado a Barcelona en 2012, pero no había podido hablar con él. Es impresionante el poder de adaptación que tiene… Imponer su idea en el Bayern, en Inglaterra después, es admirable. Tiene sus detractores, como todos, pero lejos es el Nº 1.

Robatto es felicitado por Tite, ex DT de la selección de Brasil, antes del choque entre Bolívar y Flamengo por la Libertadores 2024 (REUTERS/Ricardo Moraes)

-Construiste tu carrera sin un nombre fuerte como ex futbolista. ¿Influyó a la hora de enfrentar a un grupo, bajar una línea de juego?

-Hace 35, 40 años, el jugador te lo hacía sentir si no habías jugado en Primera. Hoy eso ha cambiado y va a seguir cambiando. Fijate que los cuerpos técnicos son multidisciplinarios. Es una tendencia. Hay videoanalistas, scouting, segundo preparador físico, tercer preparador físico, psicólogo…

-De dirigir en tu ciudad a codearte con Guardiola. ¿Cómo mantener los pies sobre la tierra ante tamaño cambio?

-Cuando empecé a dirigir, tenía un amigo que me decía: “No te vas a olvidar de dónde venís, no te vas a olvidar”. Y tenía un papelito con eso para ver cada vez que pasaba de club a club. La última vez que lo vi fue antes de jugar contra Flamengo en el Maracaná. Fue cuando me saludó Tite y me felicitó. Lo miré y lo tenía en el bolsillo: “Nunca te olvides”. 20 años tiene el papelito; está plastificado, sino sería un papiro.

-¿Y cuál es el próximo paso que anhelás?

-Siempre soñaba con estar en Primera. Después, cuando lo logré, pensaba en ser entrenador principal; después ser campeón. Y ahora mi sueño es ser campeón de una competencia sudamericana. Es el próximo objetivo que tengo en la cabeza. A eso aspiro. También me gustaría dirigir en la liga brasileña.

-¿Y de la Primera División de Argentina no tuviste acercamientos?

-Tuve un par de chances. Me llamaron de Gimnasia, de Patronato cuando estaba en Primera, de Colón… Era ir a chocarse la cabeza. En una quedaban cuatro fechas del torneo; en otra, seis fechas. Te traen, ganás y te quedás, y sino te pegan una patada. Imponer una idea es muy difícil en poco tiempo. Por ahí necesitás muchas sesiones de entrenamiento para hacerlo. Yo tengo suerte de estar en el contexto del Grupo City. Y estamos más tranquilos para trabajar.

“El laburo de técnico es 24×7″, subraya, sin que las palabras sean un peso. Por eso, es normal que se lleve trabajo a casa. O, mejor dicho, al restaurant que oficia como extensión de la oficina del entrenador en Bolívar. Es que, junto a su cuerpo técnico, abrió un local gastronómico en La Paz hace cuatro meses. “Queda a cuatro cuadras de donde vivo, está todo cerquita”, se explaya. En consecuencia, las reuniones de planificación muchas veces se trasladan a una de las mesas del salón.

“Prendió rápido en la gente, estar en Bolívar es como en Boca o en River. Traemos carne argentina. Me siento en el restaurant y sigo laburando”, cuenta su rutina en “El Diego y la Pulga”, tal como bautizó el emprendimiento. Sí, tenedor libre de fútbol.