El 34% de los niños argentinos sufre castigos físicos: cuáles son los efectos en la salud mental

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El maltrato infantil provoca daños en el desarrollo cerebral, aumenta el riesgo de ansiedad, depresión y dificultades cognitivas (Imagen Ilustrativa Infobae)

La violencia como forma de disciplina hacia niños y adolescentes no es una práctica del pasado: todavía persiste en la crianza y está profundamente arraigada en muchas familias argentinas. Así lo advierte un nuevo informe del Observatorio del Desarrollo Humano y Vulnerabilidad de la Universidad Austral.

El documento, difundido en el marco del Día Mundial de la Infancia, indica que el 35,4% de los niños argentinos entre uno y 14 años fue sometido a castigos físicos, mientras que el 6,6% experimentó formas severas de maltrato, como golpes con objetos o palizas.

Además, más del 50% sufrió agresiones verbales, y solo el 30,6% recibe métodos de disciplina no violentos, como explicaciones o redirección de conducta.

El análisis elaborado por las investigadoras María Sol González, Victoria Bein y Lorena Bolzon, titulado Panorama actual de la infancia en Argentina desde un enfoque de derecho, se basó en datos de la Encuesta Nacional de Niñas, Niños y Adolescentes (MICS 2019-2020) elaborada por UNICEF y SIEMPRO (Sistema de Información, Evaluación y Monitoreo de Programas Sociales de la Nación), refleja una problemática estructural que afecta a la infancia argentina.

Según la Oficina de Violencia Doméstica (OVD), en 2024 los niños, niñas y adolescentes representaron el 30% de los afectados en casos de violencia doméstica, con una tendencia en aumento en los últimos años.

En casi nueve de cada diez casos, el agresor es un familiar directo, y 6 de cada 10 víctimas padecen violencia de manera diaria o semanal.

Las formas más frecuentes son la violencia psicológica (más del 90%) y la física (entre el 34% y el 39%), seguidas por la violencia simbólica, económica y sexual. El grupo de 6 a 10 años resultó el más afectado, mientras que entre los adolescentes de 15 a 17 años se constata el 28% de las lesiones físicas.

Un informe de la Universidad Austral revela que el 35,4% de los niños argentinos sufre castigos físicos como método de disciplina. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Las causas de la persistencia del castigo físico y verbal en la crianza argentina tienen raíces en factores sociales y culturales.

Ante la consulta de Infobae, la doctora en Ciencias Jurídicas y Decana del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral, Lorena Bolzon explicó: “Todo el contexto social está mucho más violento e irascible, con menor tolerancia a errores o a posturas contrarias, eso se traslada al hogar”.

La especialista señaló que los consumos problemáticos, el estrés laboral y económico, la pobreza, la inestabilidad laboral y el hacinamiento aumentan la probabilidad de respuestas violentas por parte de los cuidadores.

Además, en ciertos sectores existe aún una «normalización cultural de la violencia como forma de ‘educación’, lo que, sumado a bajos niveles de desarrollo educativo y falta de formación en prácticas positivas de crianza, limita los recursos y habilidades para manejar situaciones con niños y adolescentes».

El maltrato en la infancia deja secuelas en la salud mental

Más del 50% de los niños argentinos experimenta agresiones verbales, mientras solo el 30,6% recibe disciplina no violenta (Imagen Ilustrativa Infobae)

Las consecuencias del maltrato infantil son profundas y duraderas. Victoria Bein, doctora en Psicóloga y magíster en Neurociencias y Educación, detalló a Infobae que los niños víctimas de maltrato sufren un impacto en su salud mental y desarrollo por la exposición al estrés tóxico, caracterizado por altos niveles de cortisol durante períodos prolongados.

“Cuando esta hormona se mantiene elevada más allá de lo adaptativo, se vuelve neurotóxica. Esto provoca daños directos en la citoarquitectura del cerebro en etapas críticas del desarrollo, afecta las espinas dendríticas, reduce la cantidad y calidad de las sinapsis, e incluso puede generar muerte neuronal en áreas clave como el hipocampo, la corteza prefrontal y la amígdala, que son áreas vinculadas al aprendizaje, la memoria, la regulación emocional y el control de la conducta”, explicó Bein.

Como resultado, estos niños presentan mayores riesgos de ansiedad, depresión, dificultades cognitivas, problemas de atención, desregulación emocional y conductas desadaptativas, así como serios desafíos para establecer vínculos seguros. El maltrato temprano, advirtió, afecta el desarrollo futuro y la capacidad de integración social.

Además, la evidencia empírica recogida por el Observatorio indica que el maltrato y abuso parental durante la infancia incrementa el riesgo de ideación y conductas suicidas en la adolescencia y juventud.

Como detalló Infobae, en 2023, el suicidio se convirtió en la primera causa de muerte entre las mujeres de 10 a 19 años y la segunda entre los varones de ese grupo etario, según datos oficiales del Ministerio de Salud de la Nación.

Prevenir la violencia

Factores sociales y culturales, como la normalización de la violencia, perpetúan el castigo físico y verbal en la crianza (Imagen Ilustrativa Infobae)

Frente a este panorama, las investigadoras consultadas por Infobae destacaron la necesidad de medidas urgentes para promover entornos de crianza seguros y respetuosos. Bolzon consideró fundamental fortalecer el sistema de protección integral, con protocolos claros, coordinación intersectorial y recursos para atención temprana y acompañamiento terapéutico. La capacitación obligatoria de profesionales que trabajan con niños en detección temprana y abordaje no revictimizante también es crucial para cambiar la situación actual.

Sobre la respuesta institucional, la especialista en Economía y desarrollo social, y becaria post doctoral del CONICET en el Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral María Sol González, otra de las autoras del informe, indicó a Infobae: “Avanzamos mucho, existe mayor visibilización y sensibilización pública

“Pero todavía falta una toma de conciencia mucho más profunda de lo que implica la prevención de la violencia, especialmente en grupos particularmente vulnerables como los niños”, remarcó.

González subrayó: “El Estado es responsable internacionalmente por su falta de prevención del riesgo de padecer violencia, por lo tanto, debería invertirse mucho más en la prevención eficaz de la violencia que en atender luego a sus consecuencias (claramente una cosa no reemplaza a la otra). Esto es ineficaz y mucho más costoso para las personas y para las finanzas públicas. Los informes de defensores y observatorios resaltan la falta de un plan nacional de prevención y la necesidad de mayor inversión y coordinación”.