La Armada Argentina reforzó su flota con la incorporación de un segundo avión de patrulla marítima P-3C Orion. El objetivo es mejorar el control y la vigilancia de las aguas nacionales en el Atlántico. Andrei Serbin Pont, analista internacional y director de CRIES enfatizó en Infobae En Vivo que “la llegada de los nuevos aviones le devuelve al país una capacidad esencial que había perdido para controlar su mar”.
Serbin Pont profundizó sobre el proceso que llevó al país a recuperar la vigilancia sobre la zona económica exclusiva (ZEE), el rol de la Armada, las dificultades legales y tecnológicas, y por qué la llegada de los P-3C Orion representa un hito clave tras años de inactividad. “Nosotros le damos la mayor utilidad en las tareas de exploración marítima, para detectar qué hay tanto dentro del mar argentino como en la zona económica exclusiva”, contó el analista.
Al mismo tiempo indicó que se trata de una zona que se extiende desde las doce millas náuticas de la costa –mar territorial bajo soberanía plena– hasta la milla doscientos, donde el país tiene derecho sobre los recursos naturales, aunque la navegación es de régimen internacional.

El retorno de los P-3C significa mucho más que una cuestión técnica para la defensa: marca la posibilidad de ejercer vigilancia permanente y proteger el denominado “pampa azul”, un área crítica para la riqueza ictícola y energética del país.
“Argentina había perdido esa capacidad de control tras décadas de falta de inversión y mantenimiento”, remarcó el especialista, recordando que la flota anterior –los P-3B– terminó fuera de servicio por “falta de presupuesto”, un fenómeno central para entender la brecha de seguridad y control en las fronteras marítimas abiertas a la depredación pesquera y eventuales amenazas estratégicas.
En su columna en Infobae en Vivo, Serbin Pont recordó que la zona económica exclusiva argentina es particularmente vulnerable en épocas de temporada de pesca: “Cuando empieza la temporada en que se acercan los buques de pesca, en general se posicionan sobre la milla doscientos uno, donde legalmente pueden pescar”.

En este sentido, el analista explicó que la debilidad histórica de los patrullajes habilitó durante años que barcos extranjeros incursionaran más allá de ese límite, generando pérdidas millonarias e impacto ambiental.
El especialista expuso que controlar semejante extensión de mar requiere aviones de patrullaje como los P-3, embarcaciones de apoyo y patrulleras: “El desafío es que un país tan grande como el nuestro, con una costa tan extensa, necesita un conjunto de medios. Requiere de los P-3, de los B-200 –aviones más pequeños que cumplen misiones complementarias–, y también de buques con capacidad de desplegar lanchas rápidas para abordajes e inspecciones”.
Serbin Pont aclaró que los nuevos aviones son herederos de una larga tradición: “Los primeros ejemplares llegan en los años noventa para reemplazar los viejos Neptune que habían participado en la guerra de Malvinas, pero tenían limitaciones de alcance y electrónica moderna”.

La operación de los P-3C implica la restauración de una capacidad perdida, con aeronaves “modernizadas en 2013 con suficiente vida útil por delante” y un sistema de patrullaje que puede alcanzar “hasta doce horas sin volver a tierra, lo que permite una presencia efectiva sobre áreas críticas”.
La llegada de las aeronaves, subrayó el columnista, implicó sortear obstáculos heredados: “Durante la gestión de Alberto Fernández se negociaron los acuerdos con Noruega, pero no avanzaron los pagos, y el contrato estuvo al borde de la caída por falta de fondos”.
Tras el cambio de gobierno, se retomó el proceso: “Se hizo el pago y hubo que enfrentar un escollo adicional: los aviones habían sido comprados sin los radares de búsqueda de superficie, esenciales para su tarea. Esos radares se fabrican en Estados Unidos, así que hubo que negociar también con autoridades norteamericanas para poder integrarlos y garantizar la funcionalidad”.

La mecánica de adquisición quedó en evidencia, revelando la complejidad de incorporar tecnología militar avanzada en un mundo globalizado: “Las aeronaves salen del stock noruego, pasan a Estados Unidos para ser reacondicionadas, reciben el radar y recién entonces llegan a la Argentina”, relató Serbin Pont.
Asimsimo, el procedimiento dio cuenta del entramado diplomático y legal detrás de cada operación, y por qué “a veces la vía más adecuada es el acuerdo Estado a Estado, ya que la compra a empresas privadas siempre depende de autorizaciones del país de origen del equipamiento”.
Respecto al personal, el analista subrayó la experiencia de la tripulación argentina: “Hay pilotos y operadores de radar con experiencia en la familia P-3B, además de especialistas que provienen de los S2 Tracker, otro medio de guerra antisubmarina. El know-how local existe y se irá reforzando con la entrega de dos nuevos aviones el año que viene, para completar la flota y garantizar rotación y cobertura ininterrumpida”.

Dando dimensión del poder operativo de los nuevos P-3C Orion, Serbin Pont describió los sistemas que montan: “Desde sensores de anomalías magnéticas para detectar submarinos, hasta cámaras térmicas, radar de apertura sintética y lanzadores de sonoboyas para captar movimientos bajo el mar. El diseño incluso remite estéticamente a la aviación de los años cincuenta, pero completamente modernizado y resignificado”.
Sobre los desafíos logísticos, el experto enfatizó que la industria de defensa está hoy más “interconectada que nunca”, lo que exige acuerdos múltiples y destrezas diplomáticas: “Un solo avión puede tener componentes estadounidenses, alemanes e italianos. Todo se complejiza y requiere expertise para negociar con múltiples Estados y empresas”.
La conversación derivó en la importancia de recuperar capacidades estratégicas tras años de interrupción. Respecto a ello el especialista sostuvo su postura: “La vigilancia continua es la única forma de proteger los intereses nacionales, tanto en la pesca como en la soberanía de los recursos naturales y eventuales amenazas de seguridad”, afirmó.

En la misma línea, Serbin Pont destacó que la “pampa azul” argentina sigue siendo un “espacio estratégico equiparable en importancia a la pampa agrícola”, y por eso requiere inversión constante y visión de largo plazo. “Sin aviones, sin barcos y sin tripulación adiestrada, cualquier ‘ventana’ habilita a la depredación de recursos y la pérdida de posiciones clave”.
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