Del día que “explotaron los teléfonos” al adiós que el público no vio venir: 20 años del último programa de “A jugar con Hugo”

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El 4 de noviembre de 1996 salió por primera vez al aire A jugar con Hugo. El programa, emitido por Magic Kids, era una adaptación de un formato danés y combinaba televisión en vivo, tecnología y participación del público: una mezcla inédita para la época. “Los chicos jugaban desde sus casas con el teléfono. Guiados por mí, que estaba en el piso, apretaban las teclas para mover a un duende animado en la pantalla que todos veíamos”, recuerda Gabriela Roife, histórica conductora del ciclo, en diálogo con Infobae.

Por lo novedoso, el programa picó en punta de inmediato. “Al día siguiente del debut llegué al estudio y me dijeron: ‘Explotaron los teléfonos’”, cuenta Gabriela. Así comenzó un fenómeno que transformó la televisión infantil argentina y marcó a toda una generación. El éxito duró casi una década.

Un año y medio después de su estreno, A Jugar con Hugo duplicó su emisión y se consolidó como ritual diario. “En los primeros programas estaba yo sola, mirando una cámara y Hugo era un telgopor pegado atrás con cinta de papel. Después empezamos con dos programas por día (NdR.: a las 13.30 y a las 19 de lunes a lunes) y sumamos la escenografía con Hugo interactuando conmigo en la pantalla. Esa es la escenografía que todos recuerdan: el silloncito rojo, la silla al costado y Hugo en la pantalla”, repasa.

Detrás del personaje digital estuvo la voz de Cristian Bello, el tercer y último locutor de Hugo, que se sentaba fuera de cámara con un casco y sensores que leían el movimiento de sus labios. Además, manejaba una pequeña consola con joystick y botones para darle vida al gnomo. “Era como un titiritero digital”, le cuenta a Infobae en la primera entrevista que concede sobre el tema. Gabriela se suma: “Con los tres locutores me llevé superbién. Teníamos un vínculo de complicidad mientras hacíamos el programa”.

“En los primeros programas estaba yo sola, mirando una cámara y Hugo era un telgopor pegado atrás con cinta de papel”, cuenta Gabriela

En 2002 —año en que Cristian se sumó al programa y Gabriela cursaba su primer embarazo— el ciclo ganó un Martín Fierro como “Mejor Programa Infantil”. Pero poco después comenzó el declive: tras la crisis de 2001, la situación económica del canal se volvió insostenible. “Un día vino el productor ejecutivo y me comunicó que iban a levantar A Jugar con Hugo y toda la producción propia. Todo ese último mes hice el programa con un nudo en la garganta”, recuerda. El ciclo se despidió de la pantalla el 31 de diciembre de 2005.

Hoy, casi dos décadas más tarde, la conductora y el último locutor de A Jugar con Hugo reviven la magia, los mitos y las historias detrás del ciclo que que marcó a una generación.

—¿Cómo te llegó la propuesta para ser parte de A jugar con Hugo?

Gabriela Roife: Fueron varias instancias de casting. Cuando me confirmaron que había quedado seleccionada, tuve que hacer un cambio de look. Tenía 24 años. Me acuerdo de que fuimos a la peluquería de Cerini, donde me hicieron un corte rebajado y me aclararon un poco el tono. La expectativa era total. Pasó el primer programa y, cuando llegué al estudio al día siguiente, me dijeron: “Explotaron los teléfonos”. Todos los chicos querían jugar. Fue un inicio hermoso.

Cristian Bello: Yo tenía unos 20 años y estaba haciendo radio. Una compañera del ISER, que trabajaba en Promofilm (NdR.: productora a la que pertenecía el canal Magic Kids), me contó que estaban buscando a alguien para hacer la voz de Hugo. Fui, hice el casting y quedé. Pero hacer la voz tenía sus dificultades: Hugo era un gnomo con una voz muy engolada. Para mí fue todo un aprendizaje. Al principio tuve que ir a un fonoaudiólogo porque terminaba con la laringe superestresada. Salíamos al aire dos veces por día, media hora cada vez.

—¿Quiénes hacían las voces de Hugolina (esposa de Hugo) y de la bruja Scylla?

GR: La voz de Hugolina y Scylla era de Roxana Pulido, una chica que trabajaba en la productora y grabó los copetes donde hablaban ellas. La voz del búho, por ejemplo, era de Lionel Diacovetzky, el productor. Era el que decía: “Acordate el símbolo, lo vas a necesitar más tarde” en el juego del pantano.

—¿Alguna anécdota divertida que recuerden del detrás de cámara?

GR: Hasta hoy siguen dando vueltas los mitos en cuanto al programa. Lo que se decía es que a Hugo no lo movían los chicos apretando los botones del teléfono, sino que lo hacía alguien de la producción. ¡Un divague! No había ningún truco: participaban los chicos y los que ganaban se llevaban los premios. Regalábamos una bici por día. Todos los que participaban se llevaban una remera del Magic o de Hugo, pases para Láser Shots o Sacoa. Además, a fin de mes se hacía una final entre los treinta ganadores. El premio mayor era un viaje a Disney. Después eso fue cambiando y el viaje más importante terminó siendo a Mundo Marino. Me acuerdo del productor tratando de convencernos de que un viaje a San Clemente del Tuyú era mejor porque podía viajar toda la familia (Risas).

CB: Grabábamos en el estudio de La Corte, en Fraga y Concepción Arenal, en Chacarita. Un día se cortó la luz y el grupo electrógeno principal no se activó porque alguien se había olvidado de ponerle nafta. Por suerte había un segundo grupo, que conectaba el control con la computadora de Hugo. Esa vez conduje todo el programa: a Gaby no se la podía ver porque las cámaras no funcionaban.

Hoy, Gabriela sigue disfrutando de la conducción cuando la invitan a eventos para recordar a “A jugar con Hugo”Gabriela conserva la “carpetita” original del programa y la lleva a los eventos

—¿Cuánto costaba la llamada para participar?

GR: Al principio, había que llamar a un 0-600. Creo que costaba cincuenta centavos más IVA por minuto. Lo decía en el programa porque era obligatorio informarlo. Después pasó a ser una línea común, pero igual era carísimo porque se cobraba por minuto. Hay gente a la que le venía una fortuna de teléfono. La regla era llamar fuera del horario del programa: te atendía un contestador con mi voz, hacíamos una prueba para ver si el teléfono servía —muchos todavía tenían el de disco—, dejabas tus datos y después la producción llamaba al azar. Así funcionaba. Y, claro, los chicos llamaban cuando los padres no los veían.

—Cuando los chicos iban a buscar los premios, ¿pedían conocer a Hugo?

CB: Sí, pero no pasaba porque había que mantener la magia. Parte de mi trabajo era ese. Hago un flashback personal: cuando era chico, era fan de un programa que se llamaba Pepe Payaso y Ratontito. Un día mis viejos me llevaron a verlos al circo. Fui corriendo a saludar a Ratontito, que era como un Mickey tercermundista, y cuando le di un beso, tenía barba. Imaginate: se me fue el encanto automáticamente. Desde entonces, siempre intenté conservar la magia desde el anonimato. Hay programas en YouTube donde aparezco en los créditos. Dice: “Locución: Cristian Bello” (Risas). Es lo único que tengo como para demostrar. Eso y el Martín Fierro: me mandé a hacer una réplica a APTRA y lo tengo en el living de casa.

Cristian con la réplica del Martín Fierro que el programa ganó en 2002

—¿Cuándo y cómo se enteraron de que el programa terminaba?

GR: Un mes antes. Se veía venir porque la situación económica del canal estaba muy complicada después de la crisis de 2001. Hasta que un día llegó el productor ejecutivo y me lo comunicó: levantaban A jugar con Hugo y toda la producción propia, como Nivel X, Kito Pizzas, Supercampeones y Zona Virtual. Ese último mes hice el programa con un nudo en la garganta. Los chicos no sabían: nos pidieron que no lo contáramos. Era como tachar los días antes de un viaje de egresados, pero con tristeza. La despedida fue el 31 de diciembre. Disimulé mi angustia y me apoyé mucho en “Chucho”, de Kito Pizzas, porque su programa salía justo antes. Dije: “Como ya les contó Chucho más temprano…” y así hice el cierre. Como fue fin de año, mucha gente ni se enteró.

CB: Fue muy duro. En un momento cobrábamos en patacones. Después la productora no pudo sostener más la señal. Todo el canal cerró. Pero bueno, son cosas que pasan en este medio. En los 90 y los 2000 era común: un programa podía durar un mes y levantarlo. Lo entendí como parte del juego.

—¿Qué fue de sus carreras después de A jugar con Hugo?

GR: Yo me retiré por completo. Tuve dos hijos más y me aboqué a la familia. Lo de Hugo quedó como otra vida. Hasta que, hace más o menos diez años, empecé a ir a eventos tipo Comic Con y de cultura Geek: pensaba que nadie se iba a acordar de mí ni del Magic Kids. Lejos de eso, descubrí que toda la generación de los 90 tiene una nostalgia tremenda.

CB: Casi enseguida entré a trabajar en Radio Pop 101.5, cuando la dirigía Daisy May Queen. Hacía la trasnoche. Después pasé por varias radios: Gen 107.5, Vale 97.5, Radio Nacional. Ahora soy la voz que identifica a Nacional Rock y Nacional Folclórica. Hice locución de comerciales, de fútbol… Pero hay trabajos como este que te marcan personal y profesionalmente. Para mi sorpresa, todavía hoy la gente se emociona cuando se entera de que yo fui la voz de Hugo. Ese programa tocó una fibra, dejó un sello igual que el Magic Kids.

—Gabriela, ¿vos ahora conducís eventos que recuerdan al programa?

GR: Sí, desde hace diez años recorro el país en eventos noventosos, cosplay y gamers. Todos tienen su parte retro y yo voy con un show en el que cuento anécdotas de A jugar con Hugo y tengo un ida y vuelta con el público. La mayoría recuerda cuánto gastó en teléfono. Hay personas que se acuerdan el número exacto o alguna travesura: “En mi casa sacaron el teléfono porque no había manera de que dejara de llamar”. Anécdotas así, un montón. Mucha gente me abraza y se pone a llorar. Hacemos una especie de remake del programa, solo que ahora les puedo ver las caras. A veces vienen algunos de 30 años con hijos de 6, 7, 8 o 9, y juegan todos.

—¿Por qué creen que se recuerda con tanta nostalgia?

GR: Porque atravesó varias generaciones. Nosotros terminamos el último día de 2005, pero empezamos en 1996. Hay personas de 27 o 28 años que cuando empezó el programa tenían 5 o 6 y todavía se acuerdan. Lo mismo los que tiene 40 y pico: en ese momento eran adolescentes y también lo veían. Siempre hago un chiste en los eventos: digo que Messi me conoce. Mi hijo, que es super futbolero, se ríe y me dice: “¿Qué te va a conocer?”. Y yo le respondo: “Messi y Antonella seguro saben lo que es el Magic Kids. Estoy segura de que en algún momento vieron A jugar con Hugo.

CB: A jugar con Hugo toca una fibra de la infancia. Me pasa con los padres de los compañeros del jardín de mi hijo: son tipos de treinta y pico que se enteraron de casualidad de que yo fui la voz de Hugo y vinieron a abrazarme. “Yo veía siempre el programa” o “Vos sabés la plata que gasté llamando para jugar”. Acto seguido me hacen decir alguna frase o me preguntan cosas del programa: si era verdad que los chicos ganaban, si los que elegían para jugar eran amigos de los productores. Yo siempre digo que todo era muy trasparente. Creo que el programa marcó una época. Es un viaje al pasado que te devuelve a ese lugar lindo que uno quiere recordar: la infancia.