A simple vista, parece un error en el paisaje. Pero el “barco fantasma” está ahí. Encallado, rodeado de vegetación, alejado a 800 metros del río y anclado tierra adentro, en el camping Las Tejas, de Zárate. Se trata del crucero “Ciudad de Paraná”, con más de 100 metros de eslora, historia propia y una nueva vida gracias a la obsesión de Bernardo Ditges, su actual dueño.
A pesar de que muchos youtubers aseguran que se encuentra “abandonado”, su dueño reniega de ese mito urbano y lo desmiente. Además, lamenta que esos videos que se suben a las redes, además de atraer a miles de curiosos, aficionados a la exploración y nostálgicos del esplendor fluvial; también propicien su vandalización.
“Lo que muchos no saben es que se construyeron dos barcos iguales. Logré comprar a los dos y los tengo en el mismo predio. Pero el otro no se ve porque está más resguardado por los árboles”, precisó a Infobae Bernardo Ditges, propietario del camping.
“El primero lo compré en el ‘94, cuando todavía estaba el ‘1 a 1’. Fue a remate, ofrecí lo mismo que valía un Renault 12 usado y gané porque fue la única propuesta”, recordó. Lo remodeló por completo, convirtió cada habitación en cabañas y supo tener ocupación plena durante los primeros 10 años. Hasta Bernardo supo vivir en él.
Sin embargo, la tragedia de Cromañón, ocurrida en diciembre de 2004, generó cambios normativos en materia de habilitaciones y seguridad en estructuras cerradas, y no logró volver a habilitarlo legalmente como hospedaje. “La situación económica terminó por empeorar todo, ya no venía tanto público y con los bungalows que tenía disponibles era más que suficiente para hacerle frente a la demanda de esa época”, contó Bernardo sobre los motivos que llevaron a cerrar el crucero.
“Tiene 80 habitaciones y todas están en condiciones para ser usadas. Pero ahora, prefiero concentrarme en las cabañas de madera y los vagones de tren reciclado, que también forman parte del camping y son más fáciles de mantener. El barco seguirá cerrado hasta que mejore la economía”, sostuvo.
Lo que sucedió con el segundo fue totalmente diferente. La historia detrás de esa adquisición se cruza con su interés por el rugby y su gusto por los proyectos poco convencionales.
En 2010, un amigo le avisó que en Misiones se encontraba “el mellizo” de su crucero. “Se estaba hundiendo. Investigué quién tenía el control legal de la nave y lo compré”, recordó Bernardo, quien mandó a hacer un canal artificial desde el río Paraná, a un costado del puente Bartolomé Mitre Complejo Zárate, adonde fue llevado quedar definitivamente dentro del camping.
“A diferencia del otro crucero, este se utilizaba para el transporte de pasajeros y su diseño interior estaba inspirado en el Titanic, divido por clases”, describió Bernardo quien contó que durante décadas supo unir Buenos Aires y Montevideo (Uruguay) durante el verano, y Buenos Aires y Asunción (Paraguay) durante el invierno.
La embarcación, con capacidad para 1.200 pasajeros y más 600 tripulantes, había sido construida en 1962 en los astilleros Río Santiago. Con el correr de los años tuvo diferentes dueños, que le dieron distintas utilidades. Su última década de esplendor había sido en los ‘90, cuando terminó convertido en un hotel flotante, en Puerto Iguazú.
La historia del crucero
El Ciudad de Paraná es mucho más que un viejo barco: es un fragmento flotante de historia argentina. Su construcción se remonta a 1962, cuando fue botado en los astilleros Río Santiago, ubicados sobre el Río de la Plata, el mismo complejo industrial donde también se fabricó la reconocida Fragata Libertad. Diseñado originalmente como buque de pasajeros de navegación fluvial, fue una de las obras del Astillero A.F.N.E. (Astilleros y Fábricas Navales del Estado), y formó parte de la flota estatal durante las décadas siguientes.
En sus primeros años de servicio, el crucero tuvo una vida activa: en verano de 1962, realizaba travesías diarias entre Buenos Aires y Montevideo, mientras que al llegar el invierno siguiente, en 1963, fue asignado a la ruta fluvial Buenos Aires–Asunción, conectando la capital argentina con la capital paraguaya a través de las aguas del Paraná y otros ríos interiores.
Con el paso del tiempo, el barco fue pasando de mano en mano. En 1981, fue vendido a la empresa Ferrylíneas Argentinas S.A., y una década más tarde, en 1991, la nave quedó en manos de Línea Mágica S.A.. Cuatro años después, en 1995, fue embargado en el puerto de Juan Lacaze, en Uruguay, según documentos reunidos por la Fundación Histarmar, organización dedicada a la preservación del patrimonio naval argentino y la difusión de su historia.
Luego de varios años de incertidumbre, el crucero vivió una nueva etapa. Fue rescatado por un equipo liderado por el Dr. Raimundo Ocampo, quien lo trasladó nuevamente a Buenos Aires. A partir de entonces, volvió a surcar aguas nacionales realizando viajes turísticos por el Río de la Plata, el Paraná y el Uruguay, en una suerte de renacimiento fluvial.
Hacia finales de los años 90, bajo la operación de Turismo Babel Cruceros, el Ciudad de Paraná fue llevado a Puerto Iguazú, en la provincia de Misiones, donde tuvo una nueva vida como hotel flotante. En esa etapa, fue escenario de eventos sociales, encuentros íntimos y escapadas inolvidables, con visitantes que recuerdan haber pasado noches memorables, vivido historias de amor, compartido momentos con amigos e incluso celebrado su luna de miel a bordo.
El ambicioso proyecto detrás del crucero
“La idea original era que el crucero formara parte de un predio que había ideado como un estadio de rugby, que iba a ser el primero del país. Tenía pensado utilizarlo como hospedaje para los deportistas y los espectadores”, admitió Bernardo. Pero para eso necesitaba dinero, tiempo y ganas de llevar adelante ese proyecto.
“Lamentablemente estamos en Argentina y el crucero fue blanco de varios robos e intrusiones, donde los curiosos lo fueron desmantelando y llevándose parte de sus pertenencias, de a poco”, señaló su dueño. Priorizaron todo lo que es bronce, como las manijas de las ventanas y persianas, los ojos de buey y la timonera, entro otros objetos de valor.
Más allá del deterioro, el Ciudad de Paraná mantiene una dignidad que resiste: todavía conserva sus botes de emergencia enganchados, como si fuera a zarpar de nuevo.
En su interior aún pueden encontrarse sectores intactos, como una cabina del capitán con radio y sistemas de comunicación rudimentarios, maquinarias de navegación, planos del crucero y carteles señalizadores.
Al recorrer los distintos ambientes, es posible toparse con objetos originales de la época como el mobilario, las vajillas de porcelanas, los cubiertos y la cocina del lugar con todo adentro.
A los youtubers que ingresan al barco, los que más les llama la atención es el restaurante y el bar que funcionaban sobre la cubierta del tercer piso, la distribución de los camarotes y el garaje donde guardaban los autos que transportaban. Y así lo muestran en sus videos.
“Debido a su deterioro muchos piensan que está abandonado, pero no es así. Lo alquilo para actividades recreativas”, aseguró. Uno de los principales usos es como escenario para partidas de airsoft, una disciplina que simula combates tácticos con armas de aire comprimido que disparan proyectiles de plástico. “Este año se puso de moda el airsoft”, explicó Bernardo, al poner como ejemplo que los fines de semana llegan grupos de hasta 200 personas que realizan partidas dentro y fuera del barco.
Además, el crucero también funciona como trazado para competencias de ciclismo. “Me lo alquilan para carreras con más de 1.000 participantes que recorren el interior de la nave y continúan por senderos externos. Entran por un lado, pedalean por adentro y salen por otro”, contó.
En paralelo, el barco fue sede de eventos internacionales. En 2018, durante el Mundial de wakeboard, recibió delegaciones de 27 países —entre ellos Tailandia, Japón, Estados Unidos y Australia— que utilizaron su infraestructura como espacio de apoyo logístico.
La pista de wakeboard, una de las más importantes de Sudamérica, se encuentra justo al lado del predio. El proyecto fue impulsado por la Asociación Argentina de Wakeboard, con la que Bernardo hoy mantiene una sociedad.
“Mi idea es seguir alquilando el barco para juntar el dinero que necesito para su remodelación”, reconoció. En este momento, todo se concentra en el primer piso. “Estoy convirtiendo las habitaciones en cabañas independientes con baño privado, adaptando cinco habitaciones chicas en una grande, con accesos individuales desde el exterior. Es como armar un hotel, pero con entradas separadas. No quiero que la gente ande sin rumbo por el barco”, aclaró Bernardo.
Esta transición, que inició el año pasado, avanza de manera paulatina. Mientras tanto, el crucero permanece activo, integrando usos recreativos, deportivos y turísticos, como parte de un ecosistema más amplio dentro del camping Las Tejas.