El contexto histórico y los motivos detrás de la llegada de submarinos nazis a la Argentina

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El U-530 llegó a Mar del Plata en julio de 1945

“No nos consideraban prisioneros de guerra, sino camaradas alemanes”.

“En ninguna nación adversaria podría esperar recibir un tratamiento mejor que aquí, pues entre la Argentina y nuestra patria nunca ha existido odio, sino que siempre ha habido cortesía en nuestras relaciones, a pesar de ser, desde hace relativamente poco tiempo, adversarios”.

La primera cita corresponde a un marino del U-530 y la segunda, al comandante del U-977, Heinz Schaeffer. Se trata de los dos submarinos nazis que decidieron entregarse en el puerto de Mar del Plata tras la caída del Tercer Reich. Ambas embarcaciones aparecieron en la ciudad costera bonaerense bastante después del suicidio de Adolf Hitler y de la capitulación alemana. El U-530, comandado por Otto Wehrmut, lo hizo el 10 de julio de 1945, mientras que el U-977 asombró a los marplatenses poco más de un mes más tarde, el 17 de agosto.

Las palabras de los submarinistas de la Kriegsmarine nazi sirven para entender cuál era la visión de los combatientes alemanes sobre la Argentina y por qué decidieron viajar miles de kilómetros, en condiciones adversas, sorteando todo tipo de peligros, para entregar sus embarcaciones en un país que oficialmente era enemigo, ya que en marzo de 1945 se produjo la tardía declaración de guerra.

Las apariciones del U-530 y el U-977 en Mar del Plata no fueron las únicas de U-Boote en las costas argentinas. Mucho antes, y a lo largo del conflicto bélico, fueron numerosos los avistamientos de submarinos alemanes a lo largo del litoral patagónico. Incluso hay pruebas y relevamientos que permiten deducir que al menos otros tres sumergibles permanecen hundidos cerca de las costas argentinas. Dos de estos frente a Río Negro, en Caleta de los Loros, y el restante en cercanías de Quequén, Necochea. Este último sumergible es sobre el que trabajó la agrupación Eslabón Perdido, que dirige el investigador argentino Abel Basti y que ahora Infobae aporta nuevos documentos para esclarecer lo ocurrido.

Otto Wermuth, el joven comandante del U-530

El contexto histórico

Para comprender un poco más los motivos que llevaron a los marinos del Tercer Reich a elegir la Argentina es preciso recordar el contexto histórico. Cuando estalló la guerra, el 1 de septiembre de 1939, el presidente Roberto Ortiz abogó por una declaración de “no beligerancia” que creía podía dar al país una completa libertad de actuar en función de los intereses argentinos. La intención de Ortiz -que pidió licencia por enfermedad en 1940 y renunció a la presidencia en 1942- era lograr una postura regional en ese sentido, pero esto fue rechazado por los Estados Unidos, situación que se agravó con el ataque japonés a Pearl Harbour, el 7 de diciembre de 1941. A partir de ese momento, ya con Ramón Castillo a cargo del gobierno, crecieron las presiones norteamericanas hacia la Argentina para que cambie su posición respecto a las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón). Castillo era un acérrimo neutralista y rechazaba las presiones de los Estados Unidos.

Al momento de producirse la revolución militar del 4 de junio de 1943 que derrocó al gobierno de Castillo, la Segunda Guerra Mundial ya había tenido “el vuelco del destino”, como Winston Churchill tituló uno de sus libros de memorias de la guerra. Se habían producido El Alamein y Stalingrado, y los Aliados llevaban la iniciativa.

Juan Perón y Edelmiro J. Farrell en 1946

Pese a esto, la mayoría de los militares que asaltaron el poder en 1943 creían en las posibilidades del Tercer Reich de ganar la guerra. De hecho los líderes del GOU (Grupo de Oficiales Unidos), entre los que se destacaba Juan Domingo Perón, simpatizaban con el Eje y consideraban que un triunfo de Alemania sería beneficioso para la Argentina para lograr un liderazgo regional. Cabe recordar que Brasil le declaró la guerra a los nazis bastante antes, en agosto del 42, y fue el único país sudamericano que envió tropas a combatir al extranjero para el bando Aliado.

Arturo Rawson fue el primer presidente militar del movimiento revolucionario, pero no llegó a formalizar su cargo: duró solo dos días, debido a sus sentimientos aliadófilos. El 6 de junio de 1943 lo sucedió Pedro Pablo Ramírez, acompañado en la cancillería por el Almirante Segundo Storni, un simpatizante de los Aliados que no era bien visto por los “neutralistas” oficiales del GOU. “Neutralistas” en parte era un eufemismo para calificar a los simpatizantes del Eje. La salida de Storni del gobierno poco tiempo después hizo subir las acciones de los militares nacionalistas que apostaban por la victoria del Reich hitleriano.

Las presiones de los Estados Unidos hacia la Argentina crecieron mientras se sucedían las acusaciones de complicidad de Buenos Aires con los nazis. Primero fue descubierta una negociación secreta del gobierno argentino con Alemania para la obtención de armas, al tiempo que los militares eran acusados de proteger una red de espías alemanes que operaban en Argentina. Finalmente, el 26 de enero de 1944 la Argentina rompió relaciones con Alemania y Japón, provocando una crisis interna del gobierno, que derivó en la salida de Ramirez y la asunción como presidente de Edelmiro Farell. Al mismo tiempo, crecía la figura de Perón como hombre fuerte de la revolución.

Pedro Pablo Ramírez

La ruptura de relaciones de Argentina con los países del Eje no satisfizo a la Casa Blanca, que impulsó un aislamiento diplomático y un boicot económico, que fue imitado por otros países. En medio de un clima de presión creciente llegó, tardíamente, en marzo de 1945, la declaración de guerra de la Argentina contra las potencias del Eje. Más allá de estas formalidades -la ruptura de relaciones y la declaración de guerra- lo cierto es que Argentina permitió el accionar de espías nazis casi sin molestarlos y mantuvo vínculos estrechos con el Reich.

Algunos autores aseguran que en los dos últimos años de la SGM, los nazis transfirieron a la región—sobre todo a la Argentina— activos por más de 6 mil millones de dólares. Uno de los principales contactos en Buenos Aires era el empresario Ludwig Freude, cercano a Perón, y cuyo hijo, Rodolfo Freude, fue secretario del líder justicialista durante sus primeras presidencias.

En la post guerra, también llegaron a la Argentina numerosos científicos del Reich de la mano de Perón para impulsar varias industrias nacionales -esto también lo hicieron las potencias vencedoras, que reclutaron afamados cerebros nazis-, pero también se refugiaron en estas tierras notorios criminales de guerra como Adolf Eichmann, Erick Priebke o Josef Mengele.

La noticia de la llegada de los submarinos a Mar del Plata en los diarios de la época

Submarinos nazis en Mar del Plata y las preguntas sobre Hitler

El arma submarina hizo un aporte relevante al esfuerzo bélico del Tercer Reich. A lo largo de la SGM, las “manadas de lobos” hundieron o averiaron alrededor de 200 naves de guerra y mandaron a pique a casi 3 mil barcos mercantes.

Cuando el curso del conflicto empezó a ser desfavorable a los nazis, los sumergibles padecieron las consecuencias, ya que el creciente poderío militar aliado y sus nuevas tácticas y armas antisubmarinas golpearon con dureza a los U-Boote.

Poco después de la invasión de Normandía, en junio del 44, los alemanes debieron abandonar sus bases francesas en el golfo de Vizcaya y trasladaron los sumergibles a puertos noruegos. “Allí nuestras defensas seguían intactas”, recordó Karl Doenitz, comandante de la Armada nazi, en sus memorias.

Karl Dönitz supervisando la formación de un submarino durante la guerra. Fue comandante de la Armada del Tercer Reich y sucesor de Hitler

Promediando la guerra, los submarinos alemanes fueron equipados con Schnorchel, un tubo con válvula automática que permitía a los motores Diesel “respirar” bajo agua, evitando la emersión para volver a cargar sus acumuladores. Sumaron también un nuevo aparato antiradar, el Naxos. Estos avances les permitieron seguir combatiendo pese a la notable superioridad del enemigo en recursos y armamentos.

En enero del 45, el teniente de navío Otto Wermuth, de 25 años -los comandantes de los submarinos eran cada vez más jóvenes a esa altura del conflicto- fue designado al mando del U-530. En febrero, la embarcación dejó Kiel con destino a Noruega. Allí permaneció un par de semanas hasta que fue asignada al Atlántico Norte, a la costa de los Estados Unidos.

El 12 de mayo, sin conocer todavía la noticia de la capitulación -ocurrida el 7 y 8 de mayo-, Wermuth alejó su U-boot de la costa para poder comunicarse con su base. Al anoticiarse del fin de la guerra y sobre la orden de entregar su embarcación, el joven comandante habló con su tripulación y sugirió dirigirse a países “amigos”: la España de Franco o la Argentina. El segundo destino fue el más votado y la nave puso rumbo a Sudamérica.

Los submarinos nazis cumplieron un rol clave en la maquinaria de guerra del Tercer Reich

Durante las primeras horas de la mañana del 10 de julio de 1945, el U-530 apareció en aguas marplatenses y Wermuth rindió su buque a las autoridades argentinas. Días después, los oficiales y la tripulación fueron llevados a los Estados Unidos y el submarino remolcado al mismo destino.

Finalmente, el U-530 fue desmantelado en el astillero de Portsmouth y hundido, el 28 de noviembre de 1947, por un torpedo del submarino estadounidense “Toro” al NE del cabo Cod.

En cuanto al U-977, estuvo al mando de Heinz Schäffer, de 24 años, desde diciembre de 1944. Entre abril y mayo de 1945 permaneció en aguas noruegas hasta que se le encomendó dirigirse frente al puerto británico de Southampton con el objetivo de emprender posibles acciones contra naves enemigas. Cuando el U-977 recibió esta misión Hitler ya estaba muerto y Doenitz ejercía como su sucesor, designado por el propio führer.

Estando en esa posición, el 8 de mayo Schäffer recibió primero la noticia de la capitulación y, al día siguiente, un mensaje de los Aliados conminando a todos los submarinos alemanes a “emerger, indicar posición y esperar el arribo de un buque aliado para entregarse”. Schäffer contó en sus memorias que desconfió de la veracidad de ambas comunicaciones -el primer despacho había llegado sin firma- y, al igual que Wermuth, sometió a votación de la tripulación cuál sería el destino de la nave. También optaron por Argentina. Durante el mensaje que dirigió a sus marinos, Schäffer les dijo: “Podemos izar la bandera blanca, hundir el submarino o dirigirnos a un país que, durante la guerra, se haya comportado con dignidad (Argentina).

La travesía hacia Sudamérica del U-977 incluyó una parada en Noruega, donde algunos submarinistas pidieron desembarcar para intentar reunirse con sus familias en el destruido Reich, y 66 días de inmersión, toda una proeza destinada a evitar el bloqueo naval y aéreo de las fuerzas aliadas. Cuando Schäffer consideró que habían llegado a una zona donde los riesgos eran menores, la nave salió a la superficie y se enteró de la rendición del U-530.

“El U-530 ha entrado en el puerto de Mar del Plata. Ansiosamente escuchamos cada nuevo informativo. ¿Qué ocurrirá con la tripulación? ¿Ha sido entregada o permanece en la Argentina, en la nación de la que tanto hemos hablado?”, consignó Schäffer en sus memorias. Luego supieron que sus camaradas del U-530 habían sido entregados a los Estados Unidos. Debido a esto hubo una nueva votación.

Heinz Schäffer, comandante del U-977

Así lo recordó Schäffer: “¿Qué debemos hacer? ¿Sería quizás más propicio intentarlo con Brasil o Uruguay? ¿Sería mejor destruir el submarino frente a la costa argentina, y dejar luego que cada uno resolviera su propia situación? En realidad, esta idea tiene su atractivo, y, después de lo que pasó a nuestro predecesor, parece lo más lógico para no caer prisioneros también nosotros”. Sin embargo, la tripulación eligió entrar a puerto. Y así, el 17 de agosto de 1945, Mar del Plata vio llegar a un nuevo submarino nazi.

Tras entregar su nave, Schäffer fue interrogado, primero por argentinos, y más tarde por angloamericanos, sobre dos puntos clave: la posibilidad de haber llevado a bordo a Adolf Hitler y otros jerarcas nazis y sobre el hundimiento del crucero brasileño Bahía, ocurrido el 4 de julio. Pese a las pruebas en contrario, las especulaciones sobre la supervivencia de Hitler llegaron hasta nuestros días. Más tarde, el comandante del U-977 y su tripulación también fueron internados en los Estados Unidos.

El submarino U-977 fue remolcado hacia Norteamérica, igual que anteriormente sucedió con el U-530, hacia el puerto de Boston. Allí fue desmantelado parcialmente y luego hundido, el 13 de noviembre de 1946 por el submarino estadounidense “Atule” en cercanías del Cabo Cod durante una prueba experimental de torpedos.

En el epílogo de su libro, “El secreto del U-977”, Schäffer continuó llenando de elogios a la Argentina e incluso contó que decidió radicarse en el país: “No todas las naciones vencedoras se condujeron frente al soldado alemán en forma poco caballeresca (…) las entregas del U-530 y del U-977 son los dos únicos actos de capitulación efectuados después del 9 de mayo que se cumplieron en forma digna. Con ello la Argentina dio a las grandes potencias y al mundo un ejemplo que merece ser recordado. El día que entramos en Mar del Plata no se nos consideró como ‘bárbaros’ ni ‘criminales de guerra’, sino únicamente como patriotas que habían cumplido con su deber. Fuimos tratados conforme a ese criterio ¡Y ahora vivo en la Argentina!”.