El imponente casino abandonado en Necochea tasado en USD 9 millones y los motivos de su ocaso: “Se desoyó la geografía local”

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Por décadas, el monumental Casino de Necochea fue más que un edificio: fue un símbolo de identidad, modernidad y ambición arquitectónica. Hoy, convertido en un cuerpo vacío y corroído frente al mar, es un enigma urbano, una reliquia fantasma envuelta en polémicas, incendios y sueños rotos. Su estructura —tasada oficialmente en USD 9 millones— permanece en el limbo: ¿recuperación, venta o demolición? En el corazón de la ciudad, la pregunta late desde hace años.

La historia del casino comenzó mucho antes de su icónica silueta futurista. Todo se remonta a 1913, cuando la Sociedad de Fomento de Necochea impulsó el primer casino local, un edificio de estilo francés que buscaba transportar a los visitantes a la Costa Azul. Funcionó bajo administración privada, acompañó el auge turístico de la ciudad y se convirtió en una pieza central de la vida social.

Pero en 1944 el Estado nacional estatizó el juego y el viejo casino pasó a la órbita de la flamante Sociedad de Loterías y Casinos. Años más tarde, fue trasladado al Hotel Necochea, que posteriormente fue demolido. Con él, desapareció aquel primer complejo lúdico. La ciudad se quedó sin su emblema y ese vacío sería el germen del proyecto más audaz de su historia

En plena década del 70, cuando Mar del Plata brillaba con su casino, Necochea exigía un ícono propio. Así fue como, el 12 de octubre de 1968, se colocó la piedra fundamental del nuevo complejo: una obra monumental diseñada por el arquitecto Roberto Quiróz y financiada por Loterías y Casinos y el Ministerio de Obras Públicas.

Las obras del casino de Necochea comenzaron formalmente en 1972 (Fotos: Gentileza @elmultiversodetade)

Las obras comenzaron formalmente en 1972. Dos años después, el 9 de febrero de 1973, el casino abrió sus puertas parcialmente terminado, a contrarreloj: el presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse estaba a semanas de dejar el poder y su ministro de Bienestar Social, Oscar Puiggrós, quería su nombre inmortalizado en la placa inaugural.

Durante los años siguientes, el proyecto se expandió hasta convertirse en uno de los centros de entretenimiento más importantes de Sudamérica.

Su infraestructura asombraba. Tenía 50 mesas de juego revestidas en mármol de Carrara y Verde Alpe, pista de bowling de última generación, discoteca y pista de patinaje, piletas frente al mar con toboganes de cemento, galería comercial y un teatro auditorio oval. Éste último fue la “joya” del complejo y su forma hizo que lo bautizaran como “el ovni posado sobre las dunas”.

Otro de sus aspectos más sorprendentes fue su circuito cerrado de televisión, una tecnología inédita en la época; a lo que se sumó un estacionamiento para albergar a mil vehículos. Esto hizo que los veranos siguientes a su inaguración llegara un aluvión de turistas de distintos lugares de la Costa Atlántica, muchos de los cuales no eran jugadores ocasionales sino familiares enteras para contemplar semejante obra arquitectónica.

El casino también tenía un teatro y un auditorio, los cuales siguieron funcionando después de que las salas de juego cerraron sus puertas

Era el orgullo de Necochea. Una reparación simbólica tras la polémica demolición de la rambla. Pero bajo el glamour había un problema que los arquitectos advertían en voz baja: la estructura estaba condenada.

Tres décadas atrás, un grupo de arquitectos locales —entre ellos Néstor Jorge Freitas, hoy la voz más autorizada sobre el complejo— alertó sobre filtraciones y daños severos y propusieron una reestructuración urgente. Sin embargo, nunca fue realizada.

La caída de un gigante

La dictadura, la crisis económica y la inauguración de la ruta 11 —que aisló a Necochea de los grandes flujos turísticos— golpearon al casino de lleno y el esplendor empezó a desmoronarse.

Luego llegó la secuencia maldita: cuatro incendios que sellaron su destino. El primero fue accidente y ocurrió en 1978: dos operarios soldaban chapas, saltó una chispa, pero el daño fue menor.

La seguidilla de incendios intencionales terminaron por destruir al casino. La crisis económica hizo que el municipio no pudiera hacerle frente a los arreglos

El segundo tuvo lugar en 2001 y las causas nunca se esclarecieron: el fuego devastó la sala de juegos, el corazón del complejo. El rumor del sabotaje recorrió la ciudad, pero jamás hubo culpables. Tras ese incendio, comenzaron los robos: butacas arrancadas, estructuras metálicas sustraídas, decorados desaparecidos. La decadencia se volvió visible.

Mientras que el tercer incendio, en 2018, destruyó completamente el teatro, la parte más icónica y fotografiada. Desde aquel suceso, la mayor parte del casino quedó abandonado.

El último siniestro sucedió después de la pandemia. Se prendió fuego el auditorio y después de ese momento el municipio hizo dos llamados a licitación: en uno hubo un oferente rechazado por cuestiones formales, y en el otro no se presentó nadie.

Hasta fines de 2015, hubo algunos espacios concesionados como un kiosko, una agencia hípica y el propio teatro auditorio.

Actualmente, solo una pequeña sala de juegos —a cargo del gobierno de la provincia de Buenos Aires— continúa funcionando. Es que después de varias reuniones entre funcionarios provinciales, autoridades del Instituto de Casinos de la Provincia y del municipio de Necochea, se llegó a un acuerdo conjunto para reabrir una de sus salas en enero de 2023 y así cumplir con el deseo de muchos necochenses, quienes consideran al casino como parte de su historia.

El casino también contaba con enormes pistas de bowling de última generación

Crónica de un deterioro anunciado

“Fue como hacer un Titanic”, sentenció a Infobae Néstor Jorge Freita, arquitecto, urbanista y voz crítica de la historia local, al evocar la génesis y el destino del coloso sobre la costa. La comparación no es caprichosa: la obra, tan monumental como desafortunada, parece arrastrar las mismas arrogancias y errores de diseño que hundieron al legendario transatlántico.

Explicó que, así como en el Titanic se priorizó el lujo y la grandilocuencia sin prever la resistencia de los materiales frente al frío extremo, en Necochea se impuso una estética foránea que despreciaba la sabiduría local. “La falla no fue solo del capitán. Hasta se descubrió que las planchas de hierro del Titanic no resistían la baja temperatura. Fue un efecto dominó. Lo mismo nos pasó acá”, sentenció sin estridencias pero con la pesadumbre del que conoce el final de la historia antes de que termine.

Para el arquitecto ese enorme edificio, construido en la década de 1970 bajo el influjo de paradigmas foráneos, portaba desde su génesis las semillas del fracaso. “La tecnología que se usó era totalmente obsoleta en el momento en que se puso el diseño en marcha”, remarcó Freita, quien participó en peritajes e investigaciones sobre su actual estado.

“En un país ávido de modernidad y seducido por la imitación de aquella época, la importación acrítica de modelos extranjeros terminó por desoír la voz de la geografía y del sentido común local”, explicó Freita al criticar que en la obra no intervinieron profesionales locales.

Este playón trasero es uno de los espacios que hoy sigue utilizando la comunidad: se juntan para tomar mate, andar en bici o skate

El experto señaló que hacer el casino frente al mar fue uno de los primeros errores de cálculo: “Los materiales elegidos —aluminio ensamblado con pernos de hierro y paneles de chapa para el techo— no resistieron el embate del clima costero. Se convirtieron en una fuente de deterioro acelerado ya que el aluminio reacciona con el hierro y ambos se corroen».

Freitas especificó que los mecanismos de erosión, la sal y el viento castigaron cada centímetro de la obra, agrietaron las estructuras y expusieron, en pocos años, la vulnerabilidad de una obra que intentó domesticar el entorno sin comprenderlo. “La chapa frente al mar caduca en breve tiempo”, afirmó.

El resultado fue la degradación progresiva de la fachada y de los espacios interiores, acelerada por la imposibilidad de mantener los materiales y las tecnologías empleadas. “Los costos de mantenimiento eran tan grandes que equivalía a hacer un casino nuevo cada cinco años”, contó, con la resignación del que ya vio demasiadas veces la escena repetirse.

“La arquitectura del casino —imponente, de frente marítimo, con una pileta orientada al sur y galerías deambulatorias al abrigo de un viento inclemente— no respondía a ninguna lógica local”, aseguró Freita, quien se preguntó: “¿Por qué ubicar una pileta en la cara más fría y ventosa? En Necochea, nadie orienta la entrada de su casa hacia el sur”, remarcó el arquitecto, casi como una lección de primer año de arquitectura.

¿Por qué ubicar una pileta en la cara más fría y ventosa? “En Necochea, nadie orienta la entrada de su casa hacia el sur”, remarcó el arquitecto local Néstor Jorge Freitas

Con respecto a su diseño vanguardista, dijo que “era funcional y estético en países templados, pero resultaba letal en la costa bonaerense”. Y agregó: “La pileta, pensada para ofrecer vistas al océano, quedó expuesta precisamente a aquello que los lugareños aprendieron desde niños a esquivar”.

A pesar de todo, Freita enfatizó que su estructura de hormigón es muy resistente y -a su entender- hay posibilidades de recuperar el casino. “Hay que pensar en restaurar y encontrarle un uso comunitario, porque si no, avanzará la privatización de un parque que es de todos para hacer edificios”, se lamentó.

Pese al abandono, la comunidad encontró maneras de apropiarse de los restos. El estacionamiento, la parte trasera del casino, se volvió el espacio libre donde los niños aprenden a andar en bicicleta y las familias van a tomar mate los fines de semana. “Lo que no estaba pensado para el público, lo usó el público”, resumió Freita, con una mezcla de ironía y orgullo.

El casino hoy

Su imponente estructura suele atraer a curiosos que se dedican a documentar los sectores que quedaron en ruinas. En sus contenidos describen cómo quedó el bowling, la pista de patinaje, las piletas secas frente al mar y los subsuelos oxidados con sus columnas metálicas corroídas por la salitre.

Uno de ellos es Tadeo, dueño del canal @elmultiversodetade, que recorrió hace menos de un mes, con cámara en mano, los rincones de este “elefante blanco” que aún conserva los vestigios de una época dorada de Necochea.

Es un espacio tan deteriorado como vivo, donde la decadencia estructural convive con el uso cotidiano de los vecinos”, explicó a Infobae. El youtuber, de 32 años y que actualmente vive en Miramar, relató que al llegar encontró un clima inesperado: “Había mucha gente tomando mates, chicos andando en skate y en bici. El lugar es enorme y la gente lo sigue usando como parte de su vida cotidiana”.

Contó que la pista de patinaje, el playón y varios sectores exteriores continúan funcionando como punto de encuentro para los necochenses, casi como si el deterioro del complejo fuese parte natural del paisaje urbano.

“Para muchos habitantes, el casino forma parte de la identidad local. Me crucé con vecinos que decían ‘si no fuiste a tomar mates al estacionamiento del casino, no sos necochense”, contó.

A pesar del abandono generalizado, Tadeo encontró sectores sorprendentemente conservados. “La parte que está más intacta es la entrada al pequeño casino que hoy funciona en el lugar. Había un cartel -de abril de 2025- avisando que abre sus puertas viernes, sábados y domingos”, explicó.

Entre las ruinas, uno de los sectores más impactantes es el de las piletas, hoy tapiadas y abandonadas. “Desde afuera puede verse la pileta principal, otra más pequeña posiblemente destinada a niños, y estructuras donde funcionaban las barras del área recreativa. Todo este sector tenía un valor único: estaba ubicado frente al mar, permitiendo nadar con vista directa al océano, algo que lo convertía en un atractivo excepcional en los años 70”, describió.

También remarcó que gran parte del predio presenta un deterioro extremo. “El auditorio está todo roto. Hay una viga que se cayó y quedó atravesada en medio del teatro. Desde afuera se ve todo quemado, con las paredes negras”, describió.

Las piletas, que fueron diseñadas frente al mar, aún conservan los toboganes de cemento

“El bowling lleno está lleno de grafitis y cosas rotas. Las canchas de madera se ven, pero no me animé a pisarlas por seguridad”, contó. Mientras que “el subsuelo es lo más abandonado, pero curiosamente lo menos vandalizado. Hay máquinas viejas, cosas tiradas… hasta un ventilador antiguo”.

Para Tadeo, el contraste entre decadencia y uso cotidiano genera una sensación compleja: “Te da tristeza e impotencia ver una estructura tan imponente venida abajo pero afuera ves gente riéndose, compartiendo y dándole vida al lugar”.

El casino es hoy un dilema entre memoria y pragmatismo. Un símbolo de lo que Necochea quiso ser y ya no es. Un gigante que nació deslumbrante, se deterioró rápido y murió en silencio entre incendios y abandono..

Y mientras se define su suerte —venta, reconstrucción o demolición—, el casino sigue en pie, frente al mar, como un esqueleto de concreto que observa a la ciudad y espera por su destino final.