Vive en un campo en Tandil, tiene siete hijos y solo cocina lo que sale de su granja: “Nos adaptamos a lo que la naturaleza nos da”

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La “Ballerina Farm” argentina: vive en un campo en Tandil, tiene 7 hijos, y todo lo que cocina sale de su granja y su huerta (@coty.granjera)

Constanza Blanco no siempre vivió rodeada de sierras y animales. Oriunda de la localidad bonaerense de Merlo, encontró en Tandil el lugar donde forjó una vida de campo. “Mi marido nació y creció en esta chacra. Yo conocí a su hermana de chica y venía a pasar los veranos. Me encantaba este lugar y acá formamos una familia numerosa”, señaló “Coty”, que tiene 40 años y está embarazada de siete meses y medio, a la espera de su octavo hijo.

El vínculo con el campo estaba en su ADN: su padre fue ingeniero agrónomo y ella creció rodeada de gallinas, caballos y huertas familiares. Por eso, cuando se casó a los 23 años con Benito, el salto definitivo hacia una vida rural no le resultó extraño. “Desde los 20 estuvimos de novios, y al casarnos comenzamos a armar nuestra casa arriba del cerro, en la misma chacra donde vivían sus padres”, explicó.

Hoy, la familia vive a apenas siete kilómetros de la ciudad de Tandil, en un enclave serrano que combina naturaleza y cercanía urbana. Muchos la comparan con “Ballerina Farm”, la reconocida influencer estadounidense y ex bailarina Hannah Neeleman, que es madre de ocho hijos y produce contenido diario sobre cocina “de la granja a la mesa”, crianza y vida rural.

Los nombres de sus hijos varones responden a una tradición curiosa: todos empiezan con “B” larga. Benito (16), Bernardo (14), Belisario (10), Benancio (8), Beltrán (4) y Benjamín (2). La única mujer es Catalina (12)

Al igual que ella, utiliza su cuenta de Instagram -llamada @coty.granjera-, donde abunda la estética de cocina rústica, la elaboración de panes de masa madre y recetas con insumos de su propia huerta.

El día a día en la granja

La rutina de Coty arranca temprano. A las seis ya está de pie organizando desayunos y preparando a los chicos para el colegio. Pan de masa madre amasado por ella, mermelada de frambuesa casera para untar las tostadas, y leche de campo recién calentada.

Tras dejarlos en la escuela, dedica las mañanas a ordenar la casa, cocinar el almuerzo, regar la huerta y darle de comer a los animales. En su granja conviven caballos, burros, gansos, patos, conejos y, hasta hace poco, gallinas —víctimas de zorros y hurones que merodean por la zona—. Además, tienen un monte frutal, un pequeño viñedo, una huerta orgánica que crece junto a la cocina, y un olivo que en los próximos meses dará su primera cosecha.

“Todo lo que cocino sale de ahí. En verano tenemos tomates, duraznos, ciruelas; en invierno, naranjas y mandarinas. Nos adaptamos a lo que la naturaleza nos da”, explicó. También aprovechan la abundancia de zarzamoras silvestres de la zona para hacer budines bien esponjosos.

La comida es sagrada: a la una en punto, los siete hijos se sientan en la mesa familiar. “Me gusta que todos comamos juntos, con orden y rutina. Después descansamos, disfrutamos de la sierra y a la tarde empiezan las actividades deportivas: rugby, hockey, inglés. Yo disfruto de esos momentos en el auto, charlando con ellos, porque sé que esta etapa pasa rápido”, admitió.

La cocina como corazón del hogar

Si algo distingue a Coty Granjera es su pasión por la cocina. “Me gusta hacer todo de cero para que los chicos coman sano y aprendan de dónde viene cada alimento”, aseguró la mujer, que se encarga de elaborar desde el yogur hasta los fideos caseros con huevos de gansos y pétalos de amapolas.

Ese amor por lo casero la llevó a abrir su mundo en Instagram en plena pandemia, en 2021. Empezó subiendo fotos de dulces y panes, hasta que se animó a grabar reels mostrando recetas paso a paso: tortas, guisos, locro, manteca, sopa de calabaza. La respuesta fue inmediata. “Las mamás me pedían que subiera más. Empecé a notar que a la gente le gustaba ver mi vida cotidiana y que les servía”, contó.

“Mi meta es motivar a otras mamás. Mostrar que, aún con hijos chicos y una vida intensa, se puede disfrutar del hogar, armar una huerta, cocinar sano. Con cinco metros cuadrados alcanza para empezar”, anima constantemente a sus seguidoras.

El valor de la naturaleza y la crianza consciente

Coty cree que el mayor legado para sus hijos es el contacto con la naturaleza. “Me gusta que cosechen con sus propias manos. Eso les da una felicidad especial. Lo mismo con los animales: criarlos cerca de caballos y burros es un aprendizaje enorme”.

Los nombres de sus hijos varones responden a una tradición curiosa: todos empiezan con “B” larga. Benito (16), Bernardo (14), Belisario (10), Benancio (8), Beltrán (4) y Benjamín (2). Entre ellos, Benancio nació con síndrome de Down, lo que dio un matiz especial a la experiencia. “No lo vimos en la ecografía ni nos lo dijeron al nacer. Recién a los diez días nos confirmaron el diagnóstico con un estudio genético. Fue un shock, pero enseguida lo aceptamos con amor. Hoy es un chico feliz, que disfruta del campo y se estimula con la vida entre caballos, huerta y hermanos”, relató.

Coty está embarazada de su octavo hijo: espera un varón para fines de octubre

Catalina, la única mujer de la familia hasta ahora, tiene 12 años y es el gran apoyo de su madre en la cocina y las tareas del hogar. “Me ayuda un montón, aunque trato de no volverlos locos. Cada uno tiene pequeñas rutinas: levantar la mesa, ordenar la vajilla. Me parece importante que aprendan a colaborar, varones y mujer por igual”.

El encargado de los establos es Benancio, quien encuentra en su relación con los caballos un sostén vital por su anomalía congénita. “No hace equinoterapia en un centro, la hace en casa. Los caballos lo conocen, él los alimenta todos los días. Es una relación hermosa”, describió Coty.

Todas las mañanas, los caballos se acercan hasta la casa para comer pan. Los más pequeños de la casa son los encargados de alimentarlos

Además de los animales y la huerta, Coty se encarga de embellecer la chacra con canteros de flores que siembra y reproduce con semillas que intercambia con amigas. “Me gusta contagiar entusiasmo: algunas no quieren huerta pero sí flores, y les paso semillas para que también armen su espacio”.

Un matrimonio en sintonía

Mientras ella se dedica a la crianza, su marido Benito administra Las Dinas, una fábrica de chacinados que creció tanto que debió mudarse al parque industrial de Tandil. “Antes estaba en la misma chacra y lo tenía cerca, ahora se va temprano y vuelve a la tarde, pero estamos en contacto todo el tiempo. A la tarde me ayuda con los chicos: a veces los busca del rugby o se queda con los más chicos”, detalló.

Coty y su marido llevan 20 años juntos

Aunque Benito prefiere no aparecer mucho en fotos, es parte central del proyecto familiar. “Armamos todo juntos: los potreros, los olivos, la huerta. Nuestro sueño es que pronto podamos producir nuestro propio aceite de oliva”.

Con su estilo sereno, Coty logró construir una comunidad en redes que sigue fascinada por sus recetas, su organización familiar y su entusiasmo por la maternidad. “A veces me preguntan cómo hago con tantos hijos. Yo no siento que sean tantos, lo disfruto mucho. La maternidad y el hogar me encantan”, aseguró.

Y aunque muchos dan por hecho que con ocho hijos cerrará la lista, ella sonríe: “No sé si este será el último. Me quedé con ganas de otra nena”, confesó entre risas ya que el próximo integrante también será varón.

En tiempos donde lo urbano y lo inmediato suelen marcar el pulso, Coty Granjera representa otra manera de vivir: más lenta, más consciente, más conectada con la tierra. Una vida que combina la maternidad numerosa con la cocina artesanal, las recetas transmitidas en redes y la certeza de que el campo aún guarda un encanto único.