El “infierno” alegre y naranja en el que Argentina sacó ventaja ante Países Bajos por los Qualifiers de la Copa Davis

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Los fanáticos neerlandeses durante el duelo contra Argentina (Foto: REUTERS/Piroschka Van De Wouw)

Todo es naranja. Las pelucas, las remeras, los buzos, sweaters, bufandas, todo, absolutamente todo, es naranja, hasta los sacos de vestir. La entrada al estadio se estrecha, no hay demasiado control, pero todos ingresan por la misma puerta: el público, la prensa y los invitados VIPs, sin distinción.

No son muchos los presentes, sólo hay espacio para 3.600 espectadores. En el MartiniPlaza suena Macarena, la canción del dúo español Los del Río, y la gente baila, mientras afuera se forma una larga fila de 200 metros de personas que esperan para ocupar su lugar.

Grandes tomadores de cerveza, se pasean con esos largos vasos de entre 750 centímetros cúbicos y 1 litro de la que parece ser su bebida preferida. Algunos ingresan con dos para no tener que salir, a menos que sea para ir al baño, algo tan necesario después de consumir, aunque sea, uno de ellos.

La ciudad de Groningen tiene una particularidad, así como todo es naranja, aquí todo se llama “Martini”. La Torre Martini, la Plaza Martini, el Mercado Martini, el estadio Martini y la iglesia Martini, y vinculado al templo católico comienza a aparecer la explicación y un punto en común con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: el santo patrono de Groningen es San Martín de Tours.

Otra de las curiosidades de la ciudad es que está llena de bicicletas y estudiantes universitarios, la razón por la cual desde hace dos años los neerlandeses hacen de local en este lugar. A la única cabecera de la cancha, la copan esos mismos estudiantes. En el centro, en la primera fila, está su líder vestido con un elegante traje. Pero adivinen: sí, todo en naranja, incluso las medias y los zapatos.

Jesper de Jong es alentado por sus hinchas durante el partido ante Tomás Martin Etcheverry (Foto: REUTERS/Piroschka Van De Wouw)

El capo del tablón es el presidente de la denominada TAM (Tennisclub Albertus Magnus), un club creado en los ´70 para acompañar al Dutch Tennis por el mundo. Varios ex jugadores fueron integrantes, incluido uno de los jugadores que hoy es parte del plantel, el doblista Sanders Arends. Ya es una tradición que se afianzó en los ’90 y que consiguió llevar la Copa Davis a la ciudad de los estudiantes.

Público bullicioso, en los cambios de lado esa cabecera se transformaba en una fiesta con la música que cubría el bache. Cada punto a favor de los locales fue festejado ruidosamente, mientras que guardaba un respetuoso silencio cuando los puntos eran argentinos.

No importó que Etcheverry haya ganado el primer punto de la serie, cuando los players se retiraron de la cancha las tribunas aplaudieron a ambos tenistas y siguió la fiesta. La música a todo volumen, luces azules, verdes, rojas que bailan al compás y los jóvenes universitarios también.

A las 5 de la tarde, la cena ya estaba lista en la Sala de Prensa y los diferentes puestos de comida en el estadio comenzaban a alternar cerveza con algunos comestibles. El aliento de los neerlandeses, en inglés, se mezclaba con el “vamos, vamos Argentina que llegaba desde las pocas gargantas que apoyaban a los visitantes, ubicados en la detrás de la silla del umpire, cerca del banco que ocupó el capitán Javier Frana. Francisco Cerúndolo despertó los aplausos finales, terminó con las esperanzas de los locales de llegar al sábado con la serie igualada y la jornada cerró con Argentina 2 a 0.

Las mangueras de cerveza piden un descanso, gotean agotadas. El público se retira de una fiesta, lo que importa es competir y estar para alentar a su equipo. El resultado parece no alterar el humor de quienes llegaron hasta el MartiniPlaza.

Uno de los hinchas neerlandeses que llamaron la atención con su atuedo (Foto: REUTERS/Piroschka Van De Wouw)

El joven del saco lleno de pelotas mantiene su sonrisa como cuando llegó, el del bombo blanco no para y sigue a todo ritmo, como para que no pierda calor para la jornada del sábado.

Llega la noche y la marea naranja se retira hacia el centro de la ciudad y se pierde en sus calles antiguas rumbo a otras fiestas, para regresar después del mediodía del sábado a inundar las butacas del estadio con el mismo color y esperanza de no perder la racha de cinco series continuas ganando de local.