
Vemos con preocupación que algunas expresiones sobre el proceso de “desmanicomialización” en el país, y particularmente en la Ciudad de Buenos Aires, están plagadas de falacias sustentadas en prejuicios ideológicos que desconocen los avances y la realidad de las instituciones.
Nuestra experiencia directa en la atención de personas con enfermedad mental nos permite ofrecer una perspectiva basada en datos que desafía la narrativa del “encierro”.
La Ley Nacional de Salud Mental, promulgada en 2010, fijó el año 2020 como plazo para la erradicación del llamado modelo manicomial. Sin embargo, en hospitales como el Borda esto ya se había materializado mucho antes, impulsado por el avance del conocimiento, las neurociencias y la optimización terapéutica. Existen datos concretos: por ejemplo, el Hospital Borda albergaba aproximadamente 2.500 internados. Pero ya en 2009, antes de la promulgación de la Ley, esa cifra se había reducido a cerca de 700.
Si la institución fuese un mero “depósito” sin egresos, se deberían haber acumulado unos 30.000 internos desde 1983, lo cual es objetivamente falso, ya que el promedio de ingresos por internación se mantuvo en aproximadamente 3 por día. La realidad comprobable en la actividad de guardia y consultorios externos lo confirma. De aproximadamente 120 consultas diarias en la guardia y 500 en consultorios externos, el promedio de internación era de apenas 3 personas. Esto significa que más del 97% de los pacientes de urgencia eran gestionados con éxito por vía ambulatoria (Hospital de Día, Consultorios Externos, Terapia Ocupacional, Trabajo Social, talleres, etc.).
El descenso del número de internados no fue un efecto de la Ley de 2010, sino una consecuencia directa de la optimización de los tratamientos médicos y de la mejora en las intervenciones psicosociales, que permitió ofrecer una terapéutica de calidad fuera del régimen de internación.
Se sigue utilizando el término “manicomio” (una palabra cuyo significado original es noble: lugar donde se cuida a los enfermos mentales) con una connotación siniestra. Esta crítica se dirige no a la mala praxis individual (que siempre debe ser delito), sino a la institución especializada en sí misma. La Psiquiatría requiere centros especializados de alta complejidad, del mismo modo que existen hospitales de Pediatría, Cardiología u Oncología. Descalificar estas instituciones como “lugares de encierro” por ser monovalentes es caer en un estigma ideológico (la antipsiquiatría) que no se aplica a ninguna otra rama de la medicina o la salud. No existe la “Antipsicología”. Nadie cuestiona a un cardiólogo por indicar una internación en la Unidad Coronaria, ni se acusa a los cardiólogos per se de no respetar los derechos humanos, ni se piensa en realizar una ley específica. La terapéutica no se legisla: debe estar dentro del marco científico y de la evidencia empírica.
También existe una apreciación errónea respecto de las personas que requieren internación para su tratamiento, algo inusual si consideramos que la prevalencia de enfermedades mentales severas es de aproximadamente 6% a 10% de la población, pero solo un porcentaje ínfimo requiere internación. Cuando es necesaria, en general es breve (días o semanas). La existencia de internaciones prolongadas, si bien preocupante, es ínfima y se relaciona más con la falta de dispositivos sociales y vivienda asistida que con una falla intrínseca del modelo médico.
La LNSM, al poner un énfasis desmedido en la estructura física (el cierre del monovalente) y al insinuar en su articulado que los médicos antes de la ley no respetaban los derechos humanos, termina impidiendo ver la realidad y confundiendo a la opinión pública, ya que la Psiquiatría, como todas las especialidades médicas, ha avanzado enormemente. El verdadero desafío hoy es dotar a los hospitales y a la comunidad de los recursos económicos y humanos necesarios para sostener esa atención especializada, en lugar de demonizar las instituciones existentes.
Julio Argentino Roca 546 – Piso 6 Oficina 6 – C1067ABN CABA Tel. (5411) 4331-5009 Website: www.aap.org.ar E-mail: [email protected] Se sigue utilizando el término “manicomio” (una palabra cuyo significado original es noble: lugar donde se cuida a los enfermos mentales) con una connotación siniestra. Esta crítica se dirige no a la mala praxis individual (que siempre debe ser delito), sino a la institución especializada en sí misma. La Psiquiatría requiere centros especializados de alta complejidad, del mismo modo que existen hospitales de Pediatría, Cardiología u Oncología. Descalificar estas instituciones como “lugares de encierro” por ser monovalentes es caer en un estigma ideológico (la antipsiquiatría) que no se aplica a ninguna otra rama de la medicina o la salud. No existe la “Antipsicología”. Nadie cuestiona a un cardiólogo por indicar una internación en la Unidad Coronaria, ni se acusa a los cardiólogos per se de no respetar los derechos humanos, ni se piensa en realizar una ley específica. La terapéutica no se legisla: debe estar dentro del marco científico y de la evidencia empírica. También existe una apreciación errónea respecto de las personas que requieren internación para su tratamiento, algo inusual si consideramos que la prevalencia de enfermedades mentales severas es de aproximadamente 6% a 10% de la población, pero solo un porcentaje ínfimo requiere internación. Cuando es necesaria, en general es breve (días o semanas). La existencia de internaciones prolongadas, si bien preocupante, es ínfima y se relaciona más con la falta de dispositivos sociales y vivienda asistida que con una falla intrínseca del modelo médico. La LNSM, al poner un énfasis desmedido en la estructura física (el cierre del monovalente) y al insinuar en su articulado que los médicos antes de la ley no respetaban los derechos humanos, termina impidiendo ver la realidad y confundiendo a la opinión pública, ya que la Psiquiatría, como todas las especialidades médicas, ha avanzado enormemente. El verdadero desafío hoy es dotar a los hospitales y a la comunidad de los recursos económicos y humanos necesarios para sostener esa atención especializada, en lugar de demonizar las instituciones existentes.
Firman: Fernando Taragano, Marcelo Cetkovich y Ricardo Corral, respectivamente secretario general, vicepresidente y presidente de la AAP, Asociación Argentina de Psiquiatras



