De Chubut a participar de proyectos de la NASA: la joven que descubrió su pasión cuando vio la película “Apolo 13” a los 8 años

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Luján, con la remera de la NASA, en un evento de la Universidad de Boulder, en Colorado, Estados Unidos

En la pantalla del televisor, Tom Hanks pronunció una de las frases más icónicas de la historia del cine: “Houston, tenemos un problema”. Juan Leal de Ibarra, que en ese momento era un chico chubutense de unos trece años, le había propuesto a una de sus hermanas, Luján, que miraran Apolo 13 juntos. Luján, que tenía ocho, aceptó la invitación y se dejó cautivar por la historia de esos tres astronautas que van camino a la Luna en plena carrera espacial.

En medio de la expedición, los liderados por Hanks quedan prácticamente perdidos en el espacio para siempre pero son rescatados por la NASA y también gracias a su propia pericia y esfuerzo en pleno desastre. Su regreso a la Tierra conmueve a millones de personas: no llegan a la luna, pero logran volver a sus casas sanos y salvos.

“Sentí una especie de miedo y a la vez, me gustaba ver que estaban en medio de ese problema, de ese fallo total de la misión, y que podían resolverlo. Era muy chica, nunca había pensado que se podía tener un problema camino a la Luna, y mucho menos había pensado que ese problema podía solucionarse un poco desde nuestro planeta y otro poco desde la nave espacial. Y que todo eso podía llamar la atención de tantas miles de personas a lo largo de todo el mundo. Creo que todo eso junto me cautivó”, le dice Luján Leal de Ibarra a Infobae desde San Juan, en donde pasa las fiestas con la familia ampliada.

Luján es de Comodoro Rivadavia, Chubut, y allí todavía viven sus padres y su hermano menor. Pero ella, que ahora está de vacaciones en la Argentina, se instaló hace tres años a 11.000 kilómetros de la ciudad patagónica en la que se crio: vive en Boulder, Colorado, y le faltan apenas unos meses para convertirse en ingeniera aeroespacial. Sueña con viajar al espacio y cree que algo de ese gran sueño empezó delante del televisor, mirando la película que su hermano le convidó hace ya un buen tiempo.

Una decisión determinante

“En mayo me recibo, estoy transitando el último año de la carrera”, cuenta Luján. Cuando decidió que quería convertir esa pasión y esa curiosidad en una profesión, les dijo a sus padres que, en ese momento, no había nada que fuera exactamente lo que quería estudiar en alguna universidad argentina. “Hay astronomía, ingeniería aeronáutica, en algún momento hubo ingeniería aeroespacial pero se cerró porque había muy pocos estudiantes. Así que les dije que tenía que ser afuera del país”.

De izquierda a derecha: Tom Hanks, Gary Sinise y Bill Paxton, entre los protagonistas de 'Apolo 13'. (SkyShowtime)

Al principio, sus padres pensaron que eso de querer estudiar “para ser astronauta” era algo pasajero. “Creían que era algo que se me iba a pasar, pero yo iba en serio. Así que cuando llegó el momento, ellos me apoyaron, me dijeron que buscara becas, que fuera para adelante”.

Luján aplicó a nueve universidades de Estados Unidos siguiendo las recomendaciones que le hicieron quienes ya habían pasado por esa experiencia: “Me presenté en tres de las más difíciles, tres de las más fáciles y tres de las intermedias. En total, me aceptaron tres, y obtuve la beca de una fundación privada argentina que me cubre el pago por mis estudios y el alojamiento”.

Luján eligió la Universidad de Boulder, en Colorado, a cuarenta minutos de Denver. Allí, cuenta, fueron algunos de los astronautas más importantes de los que se formaron en Estados Unidos. “Además, para alguien de la Patagonia como yo, es ideal porque está muy cerca de muchos centros de esquí. Es un lugar de muchos estudiantes universitarios y de muchas personas que ya se jubilaron, y tiene muchos días de sol a lo largo del año. El campus ocupa una gran proporción de la superficie total de Boulder, y es un lugar tranquilo”, describe.

La influencia de la primera astronauta

Luján llegó a Colorado en agosto de 2022, cuando tenía 18 años. Había conocido la localidad en la que decidió vivir por fotos, videos y lo que leía en la web. “A los estudiantes estadounidenses les parece una locura que los extranjeros nos mandemos directo, pero no tenemos la chance de recorrer tantas universidades antes de empezar a estudiar”, describe.

En Boulder conoció no sólo norteamericanos sino también colombianos, mexicanos, árabes, indios y algún argentino con el que compartió una cursada de Física, pero que no estudia ingeniería aeroespacial como ella.

Luján se formó como piloto privado, requisito fundamental para quienes viajan al espacio exterior

Además de Apolo 13, a Luján la habían influenciado los trabajos prácticos que habían hecho sus hermanos mayores sobre el espacio, especialmente uno sobre Valentina Tereshkova, la primera mujer en viajar al espacio. Además, cuando cumplió 14 años le habían regalado un telescopio: “Eso fue determinante porque me obsesioné con ir a la Luna y al espacio”. Ese fue el disparador para que Luján investigara qué estudiar para poder cumplir con esos sueños. Y así llegó a Colorado.

“La ingeniería aeroespacial se ocupa de aviones y de cohetes, que es la parte que más me interesa. Los aviones no me atraen tanto, pero terminé haciendo el curso de piloto privado porque es un requisito fundamental para formar parte de una misión espacial”, cuenta Luján desde San Juan, donde sus tíos y sus primos le hacen millones de preguntas sobre lo que aprende en la universidad.

De los cinco hermanos, Luján es la que se fue más lejos de la casa familiar. “Los que son más grandes que yo viajaron a Buenos Aires a estudiar”, cuenta esta joven que miró tutoriales por YouTube para prepararse para los exámenes SAT, que son los que deben rendirse para ingresar a las universidades de Estados Unidos a estudiar una carrera de grado.

La Estación Espacial, el máximo sueño

El patrocinio que obtuvo para sus estudios es determinante: la universidad cobra 75.000 dólares el primer año de la carrera, y eso incluye el acceso a la cursada y el alojamiento en el campus. “Para conservar la beca, tengo que tener un promedio de 8 o más y una asistencia regular a las clases”, cuenta Luján. Su máximo sueño es viajar a la Estación Espacial Internacional y hacer una caminata espacial.

“Me gustaría estar flotando o arreglando la Estación”, describe. Ir a la Luna, el satélite que empezó a obsesionarla cuando le regalaron el telescopio, también se inscribe en su lista de sueños. “Ir a Marte no tanto, es un viaje larguísimo y es muy difícil que vuelvas, por eso son expediciones que no se encaran”, cuenta.

El astronauta estadounidense Robert L. Curbeam Jr., a la izquierda, y el astronauta de la Agencia Espacial Europea, Christer Fuglesang, participan en una caminata espacial durante la construcción de la Estación Espacial Internacional, el 12 de diciembre de 2006. Al fondo están Nueva Zelanda y el océano Pacífico. (NASA vía AP, Archivo)

Sabe que entrar a trabajar a la NASA, la agencia espacial de los Estados Unidos, tiene un obstáculo enorme: hay que contar con la ciudadanía de ese país, algo cada vez más difícil en la era Trump. Lo mismo ocurre para sumarse al equipo de Space X, la firma que encabeza Elon Musk.

También se puede ir representando a la Argentina, algo que me encantaría y que se gestiona con un aval de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). Pero allí tenés que pagar vos por la misión, y es un monto exorbitante que puede alcanzar los 50 millones de dólares o más”, describe Luján.

Sabe cómo prepararse para ese sueño que tiene, el de conocer la Estación Espacial Internacional. “Tenés que entrenarte para la microgravedad, algo que se hace en general en una pileta enorme. Además hay que cumplir con un entrenamiento físico muy exhaustivo y prepararte para eventualidades como que la nave se despresurice o que estés por sufrir un desmayo. Te entrenan para caer con la mayor precisión posible en el océano una vez que volvés a la Tierra. El entrenamiento para la misión específica dura entre un año y un año y medio”, cuenta Luján, que ya se formó como piloto privado.

Para profundizar su formación como ingeniera y para alistarse cada vez más para la eventual oportunidad de viajar al espacio, en agosto Luján empezará un posgrado, también en Estados Unidos, y muy probablemente becada por la misma fundación que ya la acompaña.

“Lo que más me gustaría es especializarme en bioastronáutica, que estudia la vida de los humanos en el espacio, son profesionales que se comunican con quienes estén en la Estación Espacial, organizan experimentos con quienes estén allá y los ayudan a arreglar desperfectos a la distancia”, describe. Cualquier parecido con el guión de Apolo 13 no es mera coincidencia.

Luján, de 22 años, en un partido de fútbol americano de su universidad

A lo largo de su carrera de grado, mientras algunos compañeros profundizaban sus conocimientos en ingeniería eléctrica y programación, la chubutense eligió astrofísica. “En caso de no poder concretar el sueño de ir al espacio, me encantaría investigar en el área de astrofísica. Hay muchísimo sobre el espacio que todavía no sabemos, y todo ese misterio que aún existe sobre qué pasa dentro de un agujero negro, o cómo se creó exactamente el universo o si se puede viajar en el tiempo me interesa mucho. Además, me gustaría trabajar en el diseño de cohetes aeroespaciales para ayudar a que otros vayan en las mejores condiciones al espacio”, cuenta.

Los proyectos de la NASA

Lo que más le atrae de la posibilidad de viajar al espacio es ver la Tierra desde afuera. “Todo sería extraordinario, pero la idea de ver nuestro planeta desde su exterior me parece increíble”, define, y suma: “Debe ser impresionante ver qué tan pequeños somos en realidad, y sentirse flotando a la deriva en un universo infinito”. Según cuenta, viajar a la Estación Espacial Internacional lleva una tres horas, y a la Luna, tres días.

“Cada vez que veo los videos de los astronautas que llegaron a la Luna me emociona ver que parecen niños, saltando, jugando, agarrando piedras, buscando cosas. Están descubriendo cómo es el ambiente lunar y son como criaturas”, define Luján, que aprendió a hablar ruso en la universidad porque, aunque no es obligatorio, es un idioma muy útil en el ámbito aeroespacial.

En la ingeniería que estudia en Boulder, el 80% de los alumnos son varones, y la gran mayoría son de Estados Unidos. En la universidad a la que asiste, es ayudante de la cátedra de astronáutica y embajadora de la carrera: les cuenta a los aspirantes cómo es formarse para esa profesión allí. Pero además, y a través de la universidad, trabaja en Space Grant, un consorcio espacial de Colorado que depende de la NASA y en el que participa de proyectos de investigación que la acercan a la práctica profesional.

Gaara, la gata con la que Luján convive en Boulder, Colorado

“Es una especie de pasantía que ofrece el consorcio que depende de la NASA. Ahora mismo trabajamos en un pequeño satélite y tenemos la idea de lanzarlo como prueba el año que viene. Sirve para detectar basura espacial y advertir a otros satélites para que se muevan si esa basura puede dañarlos”, describe. En Argentina trabajó en INVAP como parte de un equipo que hizo investigación de materiales para el blindaje de componentes electrónicos en el espacio, contra la radiación.

“Allá no existe la sobremesa”

Aunque sueña con el espacio exterior y con la Luna, sabe que son dos objetivos ambiciosos. “También sé que puedo trabajar en una empresa de ingeniería en desarrollos que sirvan para los que están en el espacio”, sostiene. Según las leyes vigentes en Estados Unidos, tiene dos años de residencia para hacer lo que se llama el Período de Formación Opcional, durante el cual una empresa la contrataría y puede aspirar a que esponsoree su visa de trabajo.

Estar lejos de su familia y de sus amigos no es un gran obstáculo. “Nunca me costó muchísimo estar lejos. Al principio fue más difícil pero me fui acostumbrando. Tengo a mi gata y mis amigos en Boulder. Mi gata, Gaara, es como mi hija. Cuando vengo por varios meses a la Argentina la traigo conmigo. Hice una vida allá”, describe, y suma: “Al principio pensaba que mis únicos amigos reales eran los de Argentina, pero a medida que pasa el tiempo te vas adaptando y entendés que tenés una vida en ambos lugares”.

Aunque tiene una vida en Estados Unidos, extraña la forma de sociabilizar tan típica de los argentinos. “Allá no existe la sobremesa y todo está abierto los domingos: está todo pensado en términos de eficiencia y productividad. Extraño nuestra manera de estar con otros, nuestro lado más humano”, cuenta esta joven que se enamoró del espacio delante del televisor y que ahora estudia para poder explorarlo y colabora en proyectos que dependen de la mismísima NASA.