Román Burruchaga y el desafío de construir un nombre propio en el tenis argentino: “Siento que tengo el nivel y confío mucho en mí”

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Román Burruchaga fue una de las figuras de Las Finales del Interclubes de la AAT (Fuente: Prensa AAT)

Escribir la propia historia: ese suele ser el anhelo de quienes, por esas ironías del destino, nacen en familias marcadas por un vínculo profundo con el deporte. Ese es el camino que hoy transita Román Burruchaga, actual 105° del ranking ATP y una de las proyecciones más firmes del tenis argentino, decidido a dar el salto definitivo hacia la élite en 2026.

Burru, heredero de un apellido cargado de resonancias, es hijo de Jorge Burruchaga, campeón del mundo con la Selección Argentina en México 1986 y figura emblemática de Independiente. Desde chico, bajo la luz solitaria del polvo de ladrillo del Buenos Aires Lawn Tennis Club, Román aprendió a convivir con un desafío silencioso: lograr que su apellido dialogara con el presente sin quedar prisionero del pasado.

Lejos de sentirlo como un peso, lo asume con naturalidad. “Siempre digo que me da orgullo que mi papá sea tan reconocido y querido por la gente. Es algo muy lindo”, explicó en charla con Infobae durante La Semana del Tenis, donde integró el plantel que se consagró en Las Finales del Interclubes de la Asociación Argentina de Tenis (AAT).

Como tantos hijos de figuras públicas, atravesó en la adolescencia un proceso inevitable: acostumbrarse a ser observado, en primera instancia, bajo la etiqueta de “el hijo de”. Con el tiempo -asegura-, esa condición dejó de incomodarlo.

Nacido el 23 de enero de 2002, Román no fue testigo directo de la carrera de su padre; su vínculo con la obra de Jorge adentro de una cancha de 11 es audiovisual y narrado a través de terceros. “Empecé a tomar noción ahora, con el último Mundial, que lo viví de manera consciente y entendí bien lo que genera todo eso. Soy muy consciente de lo que hizo”, confesó.

Aunque eligió la raqueta desde temprano, tuvo un paso breve por el fútbol, deporte dominante en la familia Burruchaga. Además de su padre, su hermano Mauro, de 27 años, milita actualmente en Deportivo Morón, en la Primera Nacional. “De chico jugaba al fútbol en la escuelita de River y también al baby fútbol. Jugaba bien, sinceramente. Pero empecé con el tenis en ese momento, iba al colegio y hacía muchas cosas a la vez”, recordó.

Ese recorrido inicial, entre clases y entrenamientos, derivó con el tiempo en una elección definitiva. Román se volcó de lleno al tenis, se integró al circuito de Menores y comenzó a competir con regularidad. En la etapa Junior llegaron los resultados y también el orgullo de representar a la Selección Argentina, al igual que su padre, en un Mundial juvenil. En 2020, cerró esa etapa ubicado en el puesto 25° del ranking mundial junior.

El respaldo familiar fue clave para sostener el salto al profesionalismo, un privilegio del que muchos de sus pares no gozan. “Por suerte, yo tuve el apoyo de mis padres, pero sé que para muchos tenistas argentinos no es fácil. Sobre todo para quienes dependen de sponsors”, reconoció.

Román Burruchaga intenta una volea durante Las Finales del Interclubes (Fuente: Prensa AAT)

La temporada 2025 fue la más consistente de su incipiente carrera. Con tres títulos, Burruchaga quedó a apenas cinco posiciones del Top 100 y consolidó su crecimiento. “No sé si hay un motivo puntual, pero fui creciendo de a poco. A comienzos de año gané mi primer Challenger, algo que tenía como una espina clavada. Conseguirlo fue sacarme un peso de encima”, explicó.

Ese logro le abrió las puertas a torneos de mayor jerarquía: debutó y ganó partidos en Masters 1000 —en Roma obtuvo su primer triunfo ante un Top 50—, disputó Grand Slams y alcanzó, por primera vez, los cuartos de final de un ATP. “Sumé muchas experiencias que me ayudaron a crecer”, resumió.

Convencido del proceso, completó la idea con una certeza íntima: “Siempre sentí que el nivel lo tengo y confío mucho en mí, pero eso es consecuencia de muchísimas horas de trabajo, de un gran equipo y de avanzar paso a paso. Fue un año de romper moldes”.

Uno de esos títulos tuvo un valor especial: el Challenger de Buenos Aires, en el Racket Club de Palermo. Paradójicamente, su presencia allí no estaba en los planes iniciales. “Venía de Europa la semana anterior y sentía que no eran mis condiciones ideales. Jugar en casa es algo muy lindo, pero viajamos mucho y pasamos gran parte del año afuera; no quería desperdiciar una semana de competencia”, explicó. La decisión, guiada más por la intuición que por la comodidad, terminó siendo acertada.

El cierre de la temporada le ofreció una chance concreta de ingresar por primera vez al Top 100, objetivo que se le escapó al caer en semifinales del Challenger de Montevideo. “Hubiera sido lindo terminar dentro de los cien, pero no es algo con lo que tenga apuro”, afirmó.

Con la mira puesta en consolidarse en el circuito ATP en 2026, Burruchaga quedó a seis bajas de ingresar al cuadro principal del Australian Open. Detrás de ese objetivo hay un equipo de trabajo encabezado por Leonardo “Yacaré” Mayer, integrante del plantel campeón de la Copa Davis 2016, el único título argentino en la competencia.

El propio Román destacó el valor de ese vínculo: “Me siento muy cómodo con Leo. También está el Colo Pastura y formamos un gran equipo. Leo me aporta muchísimo desde su experiencia: se retiró hace poco, atravesó todas las etapas y tiene vivencias que me sirven para anticipar situaciones. Además, sabe mucho de tenis, es muy profesional y está atento a cada detalle”.

Román Burruchaga avanza paso a paso en la construcción de su propio camino. Con un apellido ilustre a cuestas, pero con la convicción de que el futuro se escribe en tiempo presente, el tenis argentino sigue de cerca a uno de sus proyectos más prometedores.